El Congreso de Periodismo Digital que ha celebrado en Huesca su XIII edición es uno de los principales puntos de encuentro que tiene esta bendita profesión mía, al menos en lo que se refiere a quienes informamos en lengua española. Allí se juntan nativos de Internet, inmigrantes, blogueros desesperados, jefes de los grandes tinglados, free lancers que se lo montan por su cuenta, postmodernos, viejas glorias de la era Guttemberg... Se debate, se reflexiona, se trabaja y se trasnocha.
Éste año el Congreso empezó con una conferencia de Maurizio Carlotti, vicepresidente de Antena 3, un figura que hace malabares con la semiología para vocear el fin de la memoria, la muerte de la palabra escrita y el inminente reinado de la imagen en la difusión de las noticias (mira, como en el Egipto de los faraones). Carlotti, que se expresa de maravilla porque sin duda ha perdido horas y días dedicado a la arcaica manía de leer, nos epató definitivamente cuando dijo que ha decorado su casa comprándolo todo, absolutamente todo, por Internet. ¿De qué otra forma podría un italiano que trabaja en Madrid adquirir este o aquél interesante objeto a un anticuario de Munich?, nos preguntó. Bueno, se le podía haber contestado, eso de comprar cosas (cuadros, esculturas, cerámicas, piedras preciosas u otras maravillas) en lugares lejanos es cosa viejísima y para practicarla no es imprescindible acceder a la Red sino tener dinero. Reyes y nobles españoles (o italianos venidos a la Corte madrileña) compraban en el siglo XVI cuadros y tapices flamencos, vestidos de seda veneciana, armaduras fabricadas en Milán o Brescia, pieles traídas de Rusia... Ahí no radica el quid de la cuestión.
Los periodistas tenemos pendientes reflexiones relacionadas no sólo con las herramientas o soportes de nuestro trabajo,.sino con la naturaleza del mismo. El cierre de este Congreso oscense corrió a cargo de Soledad Gállego Díaz, veterana y magnífica periodista de El País. Y ella sí entró en materia porque se refirió a la lógica interna de la información, a sus reglas específicas, a la exigencia fundamental de indagar la verdad y molestar a quienes desde el poder desean imponer una visión interesada de las cosas. Algunos dicen que la verdad no existe, pero no es cierto. Los hechos son los hechos. A ellos hay que remitirse. Las instituciones y otras entidades influyentes nos venden presuntas novedades, proyectos inventados, logros inexistentes. Y los periodistas estamos para confrontar esa realidad inducida con la realidad real. Si no desvelamos los engaños y las quimeras, si no denunciamos las mentiras, si no actuamos por nuestra propia cuenta ni oponemos nuestra agenda a las agendas prefabricadas que nos venden a diario... ¿cómo podremos defender nuestro oficio y convertirlo en una digna manera de ganarse la vida?
JOSÉ LUIS Trasobares 18/03/2012
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