Mañana haré huelga. Es un deber que me atañe como ciudadano, como trabajador y como periodista. Obviaré en este caso las explicaciones. Ya he contado otras veces que estoy comprometido con los derechos laborales porque sé muy bien qué es un despido improcedente, porque mis mayores me enseñaron a valorar las conquistas sociales logradas tras dura lucha, porque, en fin, no creo que haya democracia sin igualdad ni igualdad sin redistribución de la riqueza.
Esta es una huelga defensiva, una huelga necesariamente política, un pulso sin concesiones con el Gobierno. Y es mucho lo que está en juego. No sólo los derechos laborales sino toda una forma de entender la vida. Por eso se intenta convencer a los trabajadores y a las clases medias de que las mieles de los años de aparente bonanza fueron un exceso, un dispendio, un contradiós económico. ¿Qué es eso de tener piso en propiedad, coche, sanidad y educación gratuitas, pensiones e incluso segunda residencia? Los ricos (y más los ricos españoles, que adoran los salarios de la China comunista y los servicios públicos de Estados Unidos) quieren poseer en exclusiva ciertos bienes y privilegios. Les jode mezclarse con los mindundis en las playas, las estaciones de esquí y los garitos cool.
La democracia social está en peligro. Las políticas conservadoras no aspiran a corregir los fallos o las disfunciones del sector público sino a destruirlo. No pretenden optimizar las inversiones de las instituciones sino adecuarlas a un mínimo gasto corriente y a pagar las contratas con el sector privado (alguien tiene que salir ganando, ¿no?). Y claro, llegará un momento en el que, despojada de todo, la gente añore los tiempos en que tenía algo. Echaremos de menos los convenios colectivos, las indemnizaciones por despido, los salarios de tramitación, pero también los servicios de urgencias de los hospitales, los comedores escolares, los institutos, las matrículas universitarias de a mil y pico euros, ¡las obras sociales de las cajas!... Ese Estado del Bienestar que rozábamos con los dedos y que ahora debemos salvar y mejorar si es que tenemos un cerebro que piensa y un corazón que bombea sangre.
JOSÉ LUIS Trasobares 28/03/2012
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