Ahora entiendo por qué los reaccionarios aficionados a la polémica,
cuando se cabrean, siempre mandan a sus oponentes a Cuba, Corea o
Venezuela, pero no a China. Es que el viejo Imperio del Medio se ha
convertido en una potencia económica, y con el dinerito no se juega.
Aquellas lágrimas vertidas ante la sangrienta ocupación del Tibet o la
represión en Tiananmen, han dejado paso a un desmedido interés por las
inversiones, la balanza comercial o el turismo. Ahora, además de ponerse
en pie cuando pasa la bandera estadounidense, es conveniente inclinarse
ante los mandarines rojos. Todo por la pasta.
El Gobierno
impedirá que tribunales españoles abran procesos en nombre de la
justicia universal. Lo de intentar empurar a un exjefe chino por
presuntos crímenes contra la humanidad ha sido ya demasiado. ¡Buenos se
han puesto en Beijing! Además, un país como el nuestro, donde los
crímenes cometidos durante cuarenta años de dictadura han sido olvidados
con tanta alegría, no está para dar lecciones a nadie. Yo diría más,
por si le puede servir a Rajoy para explicarse: el medieval
gobierno de los lamas barrido por la invasión comunista del Tibet
tampoco era ninguna maravilla. Y como sentenció Franco cuando se cargaron a Carrero, no hay mal que por bien no venga.
Bien está lo que conviene. El presidente del Gobierno español no tuvo
inconveniente en prestarse a respaldar en un mitin al islamista,
retrógado y corrupto Erdogan, el Gran Turco. Aunque, claro,
siempre hubo moros buenos y moros malos. Lo cual nos lleva de rebote a
Ceuta, donde según parece la masacre en la playa fronteriza fue culpa
exclusiva de los africanos, que se tiraron al mar sin saber nadar. Ha
sido increíble oír a los más altos portavoces gubernamentales mentir
sobre tal suceso y más todavía ver cómo personajes públicos, apasionados
defensores del derecho a la vida (o sea, contrarios al aborto y la
eutanasia), se mostraban indiferentes ante la muerte de quienes
pretenden traspasar nuestras sagradas fronteras huyendo de la miseria,
la persecución o la guerra. Son pobres. No interesan.
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