Permitan que vuelva a las andadas, porque si alguno de ustedes piensa
que los problemas específicos de España van a resolverse (solo)
mediante reformas drásticas en el terreno político o sociopolítico se
equivoca de medio a medio. Las transformaciones precisas (olvídense de
un imposible retorno a cualquiera de los viejos buenos tiempos) han de
abarcarlo todo, tanto en la esfera pública como en la privada. Y han de
hacerlo dando por sentado que la última marea globalizadora ha roto
definitivamente las barreras espaciotemporales que aún permitían pensar
en clave local. Eso se acabó.
En este país tenemos un
problema serio en la economía del sector público y otro aún más serio en
la del sector privado. En general, nuestras empresas son un desastre.
Si no lo fuesen, si en ellas imperase la eficiencia, la seriedad y la
responsabilidad social, las instituciones no irían como van. Ni de coña.
Pensemos en la corrupción. ¿Acaso no es un fenómeno que ha llegado a
las administraciones (central, autónomas, locales) desde el ámbito
empresarial (entidades financieras, constructoras, grandes compañías,
emprendedores con contactos). ¿Quién lleva los maletines a quién?
Por eso, la actual oleada de privatizaciones produce vértigo. ¿Cómo
vamos a dar por sentado que mejorarán los servicios esenciales cuando
sean gestionados por compañías cuyos directivos están consagrados a la
obtención del máximo y más rápido beneficio por cualquier método?
He visto a no pocas empresas privadas sumidas en la miseria de la
cooptación de sus altos cargos, obsesionadas por mantener una estructura
vertical y jerárquica, dispuestas siempre a expulsar de su seno a los
profesionales con más iniciativa y empuje mientras promocionaban a los
más disciplinados y por ello menos molestos. Empresas, mucho ojo, enredadas en imaginarios ideológicos reaccionarios y cerradas a cualquier innovación.
Nos escandalizan las declaraciones del presidente de Iberdrola. Pero su
discurso cínico, tramposo y obviamente apátrida viene a ser la última
proclama de la burocracia empresarial. ¿Y vamos a confiar en esta gente?
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