En Valladolid, Rajoy arremetió contra Rubalcaba con
desmesurado brío. Se le notaba la nostalgia por el bipartidismo que hoy
languidece a ojos vista. El PP todavía disfruta de su hegemonía (el
último fulgor antes del apagón), pero le está cogiendo miedo al futuro.
Ve cómo se acercan las próximas citas con las urnas y añora ya lo que
todavía no ha perdido. Sobre todo, conservadores y socialistas observan
con aprensión sus respectivos flancos, (a izquierda y derecha),
acojonados porque los tiempos están cambiando y cada vez hay más
invitados en el guateque. La última encuesta de GESOP publicada ayer en
este diario confirma por enésima vez las tendencias de todos los sondeos
realizados a lo largo del último año: el voto se dispersa, se reparte,
se fractura. IU y UPD avanzan comiéndoles el terreno a los grandes.
Nuevas opciones irrumpen en el mercado político. Solo el sistema
electoral (¡las circunscripciones provinciales, no la ley d'Hont!) va a
permitir a PP y PSOE continuar siendo los protagonistas de la
alternancia. Pero el bipartidismo volverá sin duda a su fase imperfecta.
Pero que muy imperfecta.
Algunas personas piensan que al final
los votantes se inclinarán por lo más útil. Como siempre. Pero yo lo
dudo. Apelar a la utilidad ya no sirve (al menos no tanto como antes).
Sobre todo porque Rajoy y Rubalcaba (o quien le suceda,
si es que hay sucesión) lideran dos empresas que maltratan
sistemáticamente a sus respectivas clientelas. Y el personal se ha dado
cuenta. Por otro lado, los aparatos de los dos principales
partidos han alcanzado la cumbre de la ineficacia, la pereza, el
oportunismo y la miseria intelectual. Esos dirigentes y cuadros parecen
incapaces del más mínimo esfuerzo. Sus argumentarios y discursos
resultan tan previsibles y chanchulleros que producen vergüenza ajena.
Por eso el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición se
interpelan mutuamente, aferrados el uno al otro para resistir mejor el
ventarrón del desencanto ciudadano. Ambos saben que en un par de años ya
no podrán tomar decisiones en solitario. Necesitarán asociarse con
otros. Y esos otros no van a regalarles nada.
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