La señora de Luis García, jugador del agapitesco Real
Zaragoza, ha dicho en Facebook que la afición local da pena (por su
actitud crítica hacia el equipo), y el personal se ha rebotado cantidad.
Enseguida, las buenas personas han entendido que esta señora se ha
limitado a ponerse de parte de su marido. Claro. Así deben ser las
parejas. Por idéntica regla de tres, la Infanta imputada (y eso son ya
palabras mayores) ha convertido el caso Urdangarin en una explosión de amor y confianza. Algunos interpretan que ella, doña Cristina,
ha quedado como una mema que firmaba sin más lo que él, el exjugador de
balonmano, le ponía delante; otros deducen que la hija del Rey le ha
endilgado todo el marrón a su querido esposo (a la postre, un pebleyo).
No sé. Lo que si veo es cómo la España de orden (empezando por Rajoy,
que ya lo anunció por la tele hace semanas) da por sentada la inmediata
exoneración de Su Alteza. Ha bajado por la cuesta del juzgado, ha
declarado, ha proclamado su inocencia... y se acabó. Demasiado ha hecho.
Esa certeza en que la impunidad que se le supone a una Borbón
ha de imponerse finalmente resulta casi enternecedora. Revela cuán
arraigadas están en este país las más rancias tradiciones. Se asume: a) que las mujeres han de querer ciegamente a sus hombres, b) que los miembros de la familia real no han de preocuparse por el origen de la pasta que gastan y c) que, en última instancia, la monarquía es intocable por la gracia de Dios.
España está en crisis de arriba abajo, pero los de arriba no quieren
perder un solo privilegio. No hablo únicamente de palacio. En otros
ámbitos andamos parecido. ¿Qué pensar, si no, de la forma en que el PSOE
ha cerrado sus primarias en Aragón (por si caso), mientras Rubalcaba colocaba a Elena Valenciano en cabeza de la candidatura a las europeas? Un arreglo con los barones para reforzar,
dicen, la apuesta electoral. Como si la vicesecretaria general fuese
algún tipo de portento humano, en vez de un mediocre exponente del
supermediocre aparato del partido. Y así es como pretende la dirección socialista recuperar la confianza de los votantes. Qué tropa.
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