Aclaremos una cosa: por mucho que puedan interesarnos (y a mí, lo
confieso, me parecen muy interesantes), las primarias para designar
candidatos son un método, un instrumento, no un fin en sí mismas.
Reconozco por ello que, dada la atmósfera claustrofóbica y el hermetismo
reinante en la práctica totalidad de los partidos, dicho método puede
quedar desvirtuado y dar mucho menos juego de lo que cabía pensar de
entrada. Sin unos cimientos sociopolíticos capaces de impulsar
propuestas dispares e imponer un debate público sobre ideas, programas y
estilos, el tinglado no se sostiene e inmediatamente se convierte en un
simulacro, uno de esos tristes trampantojos que decoran la vida pública
española.
Así, en Aragón, el PSOE (que ni siquiera se ha molestado en hacer primarias abiertas) va a recorrer con más pena que gloria un camino trillado. Lambán será designado candidato para las próximas autonómicas porque así lo han pactado previamente las familias
que dominan el partido y porque, en las condiciones presentes, no hay
otra opción que pueda resultar verosímil. Su posible oponente, el crítico y exalcalde de Monzón, Fernando Heras,
va de Quijote en loca carga contra los molinos de viento. Lo suyo tiene
mérito, pero no hay competencia posible. Y si les digo la verdad eso no
van a ser ni primarias ni cosa parecida. Solo reflejarán la pavorosa
indigencia del socialismo aragonés, donde ya no es imaginable una pugna
de altura entre aspirantes prestigiosos, potentes, audaces y capaces de
proyectar credibilidad y entusiasmo. Sin esa rivalidad de alto nivel,
la ceremonia no funciona. Ni en el PSOE ni en ninguna otra organización
política. IU quizás podría albergar algo distinto, mucho más sugerente.
Pero quienes controlan la coalición se resisten.
Hay que
reconocerlo: los cambios procedimentales (primarias, listas abiertas,
aritmética electoral más justa) solo funcionarán en una atmósfera
política más limpia, generosa e inteligente que la existente hoy. Por
eso me temo que las primarias van a ser (ya lo están siendo) un evidente
simulacro. Con la ilusión que me hacían.
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