En la última gran producción de Cinespaña, Mariano Rajoy se
encarnó en un temible cíborg, mitad hombre, mitad máquina, a ratos
robocop implacable, a ratos muñeco diabólico. Atiborrado de datos
estadísticos convenientemente trucados, hizo gimnasia mecánica y voló
sobre la triste realidad social y económica como un héroe barato, superMariano, el pájaro loco. Frente a él, Alfredo Pérez Rubalcaba volvió a ser lo que es, un zombi político. ¡Ah!, pero un zombi nervioso, activo, tal que los de Guerra Mundial Z.
De los desvanes de su subconsciente emergieron súbitamente
incontestables argumentos. Allí arriba, en la tribuna, disparó un
discurso duro, progresista, certero. Ante semejante ataque, el cíborg
solo podía hacer una cosa: recordarle al zombi los tiempos en los que
era todavía un humano moribundo, ministro del otro gobierno. Y así
volvimos a contemplar el horrendo espectáculo de un debate sin salida.
Cuando aparecieron más personajes en escena, el cíborg estaba ya
desatado. Incluso se puso sarcástico. Por lo visto el país está de
chiste.
Todo ello se resume en dos asertos elementales: Mariano
no dice una verdad ni por equivocación (estuvo genial cuando habló de la
travesía central pirenaica en respuesta a Yuste), pero Alfredo
no puede discutir con él porque está lastrado por el pasado, cuando pudo
y no quiso, no supo... o no imaginó que por ello, en una segunda vida,
acabaría perdiendo los debates aun teniendo razón.
¿Un diálogo entre dos? No, ya no. Ahí estaban Cayo Lara y Rosa Díez
recitando las verdades del barquero. Lara hacía de sí mismo: un hombre
del común, honesto, concienciado, limitado, serio, trabado en la
aplastante simplicidad de su aura ideológica. Díez... Bueno, traía bien
hechos los deberes estadísticos, pero se lío al meterse en honduras,
como suele. El de IU y la de UPD, cada cual a su modo, encarnan las
opciones alternativas (además de los nacionalistas periféricos, pero
esos van de otra cosa), y de facto están compitiendo entre sí por los
nuevos nichos electorales que han de dejar libres los mayoritarios. Pero
de eso, si les parece, escribiré mañana.
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