La tragedia ocurrida en Ceuta ha dejado al Gobierno bastante
impertérrito. Como si aquellas muertes hubiesen ocurrido en un espacio
ajeno, en un lugar inconcreto, en el lado marroquí de la frontera. Las
autoridades, eso sí, han puntualizado que quienes pretenden forzar las
vallas en la citada plaza y en Melilla actúan "con mucha violencia".
Usan piedras e improvisados guantes para enfrentarse a unas fuerzas
policiales perfectamente armadas y superar las barreras de cuchillas que
aquí llamamos, con repajolera alegría, concertinas.
Lirorí-lirorá. Según múltiples versiones, la dura intervención de la
Guardia Civil provocó la avalancha hacia el mar y los ahogamientos. Pero
en los círculos oficiales, todo esto se ve con relajante distancia. Si
hubiese pasado en Lampedusa, la conmoción habría sido mayor entre las
buenas gentes de orden que tanto lamentaban el trato dado a los
inmigrantes... cuando mandaba Zapatero.
Me sorprende la
aparente calma que reina en un país, el nuestro, donde no cesan de
ocurrir cosas alarmantes e inéditas. Personajes muy relevantes de la
derecha (política y mediática) no cesan de cuestionar aquellas leyes,
actuaciones judiciales y sentencias que no cuadran con su visión de la
vida. Amenazan con modificar los códigos (tal como dijo ayer mismo doña Ana Botella),
con bajarles los humos a los jueces que no juegan a su juego, con
convertir la democracia en un sistema hermético y sometido a estrictas
reglas, sin margen para la protesta ciudadana. Orden público.
El
sistema reacciona con terrible displicencia ante los dramas humanos
provocados por el paro y los recortes. Se le da mucha importancia a la
desagradable situación de la Infanta imputada o al supuesto derecho de
los jefes a disponer de la vía pública frente a sus domicilios para que
nadie ose pasear por allí pancartas o tuppers. Mientras, los
desahucios van en aumento y la pobreza devora a millones de españoles
sin trabajo... o con él. Pero eso ha pasado a formar parte del panorama
habitual. No es nada nuevo, no interesa. Ya se ve luz al final del
túnel. Y el que no pueda pagársela, que encienda una vela.
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