La excelentísima presidenta de nuestro Gobierno autónomo no se ha
dejado ver en los actos previos al 23 de Abril celebrados en Teruel y
Huesca. Está afónica, al parecer, y se reserva para la recepción de hoy
en la Aljafería, donde tendrá el placer y el honor de homenajear a la
Academia General Militar, Medalla de las Cortes, y a la organización
Atades, Medalla de Aragón. O sea, institucionalismo del de toda la vida y
un toque social, también del de toda la vida. Mientras, la ciudadanía
tendrá un día de fiesta, nadie reivindicará nada y la vida seguirá su
mortecino ritmo con el único fin de llegar al próximo 23-A sin sufrir
mayores daños. Estamos tan afónicos como Rudi, o más. En pleno abandono, va a ser la delegada del Gobierno central en Madrid quien pregone el Día en ese templo del baturrismo reaccionario que es la Casa de Aragón en la capital de España. Todo un símbolo.
La Tierra Noble es hoy como un automóvil parado en la cuneta. Su
conductora ha apagado el motor, ha puesto el freno de mano y ha dejado
metida la marcha atrás, no fuera el vehículo a deslizarse hacia adelante
por alguna casualidad. Así que el 23-A está destinado a pasar con más
pena que gloria, convertido en alegoría perfecta de una Comunidad en
regresión. Quedan lejos las manifestaciones antitrasvase y las
inyecciones de autoestima que nos recetaba Marcelino Iglesias en los buenos tiempos del por dinero ha de ser.
Queda atrás aquella quimera de los dos millones de habitantes y una
economía diversificada capaz de prescindir de la Opel. Ahora sólo
tenemos esta realidad evidentemente mediocre que Aragón TV, siguiendo su
tradición, intenta freír en el aceite del optimismo, rebozadita en
jotas y evocaciones rurales.
Nunca como ahora (y por eso cunde
tanto la depre) se había dejado notar la ausencia de estrategias, de
modelos, del no saber ni qué se quiere ser ni a dónde se va. No hay
líderes políticos ni sociales. Sólo queda la defensa desesperada de un
(relativo) Estado del Bienestar torturado por los recortes. Bueno... Por
lo menos saldremos a la calle, echaremos el vermut y compraremos un
libro.
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