He devorado con fruición las noticias relacionadas con ese plan del expresidente del Valencia, Juan Soler, para secuestrar a su sucesor en el puesto, Vicente Soriano,
vaciarle la caja fuerte, llevarlo luego hasta Suiza y cobrarle una
supuesta deuda millonaria. El cerebro de la operación era italiano; los
sicarios, colombianos. Todo de marca. Por fin tenemos ante nosotros la
realidad del momento presente: el Sistema está conectado con las mafias y
a menudo se confunde con ellas. Como en la serie Tanatorio. Sólo que en España los golpes afortunados (eso que solemos llamar pelotazos) y las ruinas tremendas (o sea, los fallidos)
se han venido produciendo durante lustros en una atmósfera de
normalidad insólita. Nos consta que la corrupción, los tráficos de
influencias, los maletines y el lavado de dinero sucio han estado a la
orden del día, y que ello ha producido un ecosistema plagado de
depredadores y carroñeros. Pero casi nunca ha pasado nada. Apenas hemos
conocido sucesos violentos, verdaderos ajustes de cuentas. Ya no nos
dirán que en España manca finezza, mas bien sobra.
Claro
que el área levantina tiene su punto. Que lo del intento de secuestro
haya ocurrido en Valencia no puede ser casualidad. Aquí, Agapito
ha dejado pufos y cuelgues a diestro y siniestro y anda tan tranquilo
por la calle. Quizás a orillas del Mediterráneo la sangre se calienta
con más facilidad. Por eso, y aunque sea esporádicamente, da morbo
vislumbrar entre las crónicas de sociedad y las páginas salmón, el
verdadero rostro de la economía postmoderna: ofertas y exigencias que no
se pueden rechazar. Los delincuentes de cuello blanco se quitan el
traje de Armani o de Boss y se muestran tal cual son. Es la cara de la
verdad. Muchos ricos legales mueven su pasta en los mismos
circuitos que el crimen organizado y ahí encuentran nuevas oportunidades
de negocio. El Instituto de Estadística (como vengo anunciando para que
conste) ha decidido incluir en el PIB nacional una estimación de los
ingresos que producen el tráfico de drogas, la prostitución y otras
actividades ilegales. Fuera caretas. Las cosas, como son.
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