Según el consejero de Sanidad y Bienestar Social, no hay retrasos en
el pago del salario social (IAI) y las reclamaciones al respecto no
están fundamentadas, salvo en algún caso aislado. Libres son ustedes de
creerle o no. Yo mismo daría por buena su explicación, si no fuese
porque estamos ante un personaje tan tortuoso e irreal que solo puede
promover la incredulidad ajena. He aquí el problema que recorre
transversalmente la política española: la credibilidad del sistema no es
ya escasa sino inexistente. La ciudadanía da por buena cualquier cosa
negativa que se refiera a la gestión de los gobiernos y la cosa pública
en general. Por una sencilla razón: en los últimos años, la sucesión de
escándalos ha sido abrumadora. Que luego venga la exalcaldesa de La
Muela a contarnos cómo gracias a ella los abuelicos veían por vez
primera el mar suena a chufla, igual que las excusas del citado Oliván.
Pero estamos en Semana Santa, el personal se toma unos días de asueto y
en el Pignatelli, donde la vida discurre habitualmente con una flácida
placidez, el pulso se ha parado del todo. Así descansará la presidenta Rudi,
fatigada sin duda de tanto eludir sus comparecencias ante las Cortes. O
el nuevo gerente del Salud, nombrado hace más de una semana y al que no
se le ha visto el pelo en todos estos días. Dará tiempo a decidir qué
jefe de servicio se hará cargo del presupuesto a partir de ahora, pues
no siendo el nuevo consejero de Hacienda ni su nueva directora general
personas duchas en la materia, el tal jefe (o jefa) va a jugar un papel
fundamental a la hora de cuadrar el puñetero déficit. Su designación no
es asunto baladí, no.
Con un solo mascarón de proa, el esforzado consejero de Presidencia, Roberto Bermúdez de Castro,
el Gobierno de Aragón dormita, recorta... y vuelve a dormitar. Las
luces están apagadas y los despachos cerrados. Puede que algunos
perceptores del IAI lleven meses sin cobrar un ingreso que es su único
sustento. Pero ahora toca fiesta y la semana que viene, el 23 de Abril.
La mejor forma de ahorrar es no hacer nada, se consuela a sí misma la
excelentísima Luisa Fernanda.
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