Sí, ya sé que soy un pesado. Esa manía de proponer en sesión continua
una reflexión colectiva sobre qué quisimos ser y qué somos puede
resultar monocorde, aburrida y molesta. Es más, mucha gente no
experimenta la necesidad de revisar el inmediato pasado, ponerlo en
relación con el presente y sacar las oportunas conclusiones. Además no
es fácil explicar que, desde mi punto de vista, el problema no radica
tanto en los proyectos acometidos (aunque algunos de ellos fueran
demenciales) sino en su mediocre o pésima ejecución. La Expo pudo haber
dado mejores resultados... si se hubiera hecho bien. Y todo lo demás:
desarrollos urbanísticos, infraestructuras, estaciones de esquí,
circuitos de alta velocidad, edificios, artefactos, quimeras... Si buena
parte de este catálogo de iniciativas ha desembocado en fiascos
clamorosos, éxitos menores, sobrecostes, una mala relación entre el
coste y el beneficio, mentiras, sospechas y desengaños es porque la
ejecución de cada plan se encomendó a personas sin preparación
suficiente, gestores incompetentes y, a veces, administradores venales.
Una vez más, les pongo al Real Zaragoza como ejemplo.
Hace apenas
diez años, los responsables políticos (respaldados por buena parte de
la ciudadanía) se propusieron construir a la vez un equipo de Champions y
un estadio Cinco Estrellas. Ríos de tinta, ¿se acuerdan?
Debates, operaciones entre bastidores, pelotazos en ciernes, maravillas.
Pero hoy lo que tenemos ante nosotros es un Zaragoza absolutamente
arruinado que renquea por la Segunda División como un fantasma agónico, y
la misma Romareda de siempre, ajada y mísera. No cabe un desenlace más
triste. Ahora bien, resulta que para llegar a semejante meta no sólo se
perdieron tiempo y energías, también muchííísimo dinero del común.
Recuerden el pastón que la SAD adquirida por Agapito Iglesias
recibió del Gobierno de Aragón (nueve kilates anuales procedentes de la
tele autonómica, otro fajo de millones en avales)... y todo lo que le
cayó al tal Agapito en obra pública y en los presuntos chanchullos que
ahora salen a la luz. El campo, ya saben: tres proyectos firmados por
otros tanto arquitectos de postín, todos ellos bien pagados por el
Ayuntamiento, todos ellos sepultados en el olvido. Rían o lloren, como
prefieran.
¿Se podían haber hecho mejor las cosas? Seguro que sí.
¿Hemos sido capaces de analizar este espeso culebrón y asumir la
experiencia? Seguro que no. Sólo es un ejemplo, vale. Pero vean,
escuchen y lean ustedes como, ahora mismo, todavía vamos y venimos
dándole vueltas a la presunta venta del Real Zaragoza. Bien mirado, aún
no nos hemos dado cuenta de lo que ha sucedido. Yo seré un plasta, pero
aquí estamos en Babia.
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