Puede que lo de derecha e izquierda sea sólo la lejana huella de
aquel universo ideológico que funcionó durante la Edad Contemporánea.
Ahora las contradicciones parecen tener una naturaleza distinta, y en
los conflictos que conmueven a la humanidad hay que hilar fino con las
clasificaciones: yihadistas, prorrusos, occidentalistas, euroescépticos, populistas, nacionalistas (de esto o de aquello, que lo identitario tira mogollón), neofascistas, creacionistas, negacionistas...
Denominaciones que, la verdad, suelen definir más bien posiciones
conservadoras y a menudo autoritarias, porque la izquierda-izquierda se
ha ido desdibujando al entrar la socialdemocracia (a gusto o a
regañadientes, qué más da) en el juego del capital financiero y al
perder peso el comunismo democrático. En todo caso, en España, donde al
personal le resulta difícil situar a unos y a otros, los bandos ya no
están alineados espacial, sino emocionalmente. La división actual es
entre optimistas y cenizos. El otro día, un regocijado Rajoy alertó contra estos últimos.
Desde que la postmodernidad desarrolló a tope el concepto de realidad percibida,
los gobernantes siempre han alentado el optimismo de la ciudadanía,
mientras la oposición se situaba a la contra, entre los pesimistas. Pero
en estos momentos, la actitud o el estado de ánimo de cada cual se ha
convertido en un factor crucial para el futuro del país. Si el PP
consigue invertir la resistencia de muchas personas a creer en la
recuperación (véase la última encuesta del CIS), podrá ser el más votado
en las próximas elecciones y en las siguientes. Si la opinión pública
acepta la aparente estabilización económica actual, con un cuarto de la
población activa en paro, una deuda billonaria y el aumento de la
desigualdad, el optimismo que predica don Mariano alcanzará el éxito.
Por eso el gran jefe nos advierte contra los análisis tristes.
Desde tal perspectiva la tristeza sólo cabe en Zaragoza capital, donde los optimistas ejercen de cenizos y viceversa. Eloy Suárez el campeón conservador tendría que hacer caso a su presidente. Y animarse un poquito, hombre. Para no desentonar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario