Entendámonos: el terrible y absurdo asesinato de Isabel Carrasco
no tiene nada que ver ni con el supuesto hartazgo de la gente (ante las
consecuencias de recortes y ajustes) ni con los escraches ni con el
descrédito de los políticos. En absoluto. Un primer análisis del crimen
revela su carácter específico, presuntamente cometido por quienes
estaban o habían estado muy próximas a su víctima en lo personal y lo
político. Los móviles de esta barbaridad se cocieron en un mismo ámbito
ideológico, pero resulta evidente que la ideología solo ha sido un
factor colateral, secundario. La venganza y la rabia son reacciones
transversales.
Desde luego, el fenómeno que aún denominamos
crisis ha dejado muchos perjudicados por el camino. Pero estos no han
recurrido a la violencia. En casi siete años de desastre, la gente de a
pie (despedida, desahuciada, estafada o arruinada de cualquier otra
manera) no ha hecho sino protestar pacíficamente, exteriorizar su
indignación con algún grito (como ayer mismo, en Zaragoza, los
trabajadores de Tabuenca) o resignarse y arrostrar su desgracia como han
podido. Algunos se han suicidado, sí. Sin embargo, los ataques o
agresiones han sido escasísimos. Prácticamente ninguno si descontamos
los pocos incidentes contabilizados en manifestaciones o revueltas
ciudadanas. Los escraches se han desarrollado asimismo de manera muy
contenida. Todo legal. Aquí la ciudadanía es muy templada, muy serena y
muy cívica, mal que le pese al Ministro de Interior.
En el
universo digital sí se han difundido mensajes y comentarios aberrantes
relativos al asesinato de Carrasco. Pero esos torpes desahogos son
consustanciales con internet. Trolls, frikis, desequilibrados y
fanáticos llenan webs y redes sociales de desahogos demenciales. Es
difícil evitarlo, y en todo caso ese fenómeno verbal o retórico no se ha
trasladado a los hechos.
Que no tiemblen los políticos ni los
poderosos en general. No están amenazados. Lo sucedido en León, por muy
trágico que sea, no es el principio de nada. España (cerrado el capítulo
de ETA) es un país atormentado... pero en calma.
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