Pase lo que pase mañana, la foto fija del espectro político (que jamás fue tan espectral)
va a ser muy distinta de la de hace cinco años. Entonces PP y PSOE
acapararon más del 80% de los votos (en Aragón, el 85,68%), a una enorme
distancia de las terceras y cuartas opciones; ahora se darán por
contentos si alcanzan entre los dos el 60%. La abstención aumentará
(salvo en Cataluña, donde van de otro palo). La dispersión del voto
causará profundas desazones. Pero es que se avecina un tiempo de cambio y
transformación. El sistema de la crisis, de los recortes y de la
pobreza cruje y se agrieta. Sería anormal que las urnas no registrasen
tal situación.
El PSOE (o sea, Rubalcaba) tendrá que
aguzar su ingenio para justificar la derrota si al final (como parece
probable) el PP le toma la delantera. IU, aunque llegue a triplicar sus
eurodiputados (de dos a seis, por ejemplo), tampoco podrá paladear el
dulce sabor del éxito porque el subidón coincidirá con otro fenómeno
mucho menos agradable para la coalición: puede perder la exclusiva del
espacio que la socialdemocracia oficial ha dejado a su izquierda. Si,
como auguran no pocos indicadores, Podemos moja (y moja bien), la
Primavera (Compromís, Equo y CHA) lo logra también y el Partido X,
aunque no consiga escaño, mueve un buen puñado de votos, los de Cayo Lara
tendrán que rendirse a la evidencia de que ya no están solos en la
reserva progresista. Eso, sin contar la previsible pujanza de las
llamadas izquierdas nacionalistas.
Para permanecer a flote el PP
contará con sus irreductibles, esos votantes fieles no solo por
acríticos, sino porque están impulsados por la ancestral tendencia
unitaria de la derecha española, que siempre se mantiene bien agrupada
cuando de capear crisis (políticas) se trata. Vox no ha levantado
cabeza. UPD y Ciudadanos tal vez le hurten algún voto a Cañete, pero más le restarán a Valenciano.
Esto no va a ser como las otras veces. Seguro. Entonces llegarán los expertos
y dirán: Bueno... ¡las elecciones europeas tienen otro ritmo! Y los
viejos partidos podrán consolarse y seguir con la matraca. Allá ellos.
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