Comparto la tesis de quienes ven en la abundancia de candidaturas a
las europeas un incentivo a la participación. Porque, claro, aquí no
vale quejarse del bipartidismo y la rutina cuando es perfectamente
posible echar la papeleta a cualquier opción alternativa. Desde el
Partido X, que lleva a la cabeza de su lista a Falcioni (el que denunció a los grandes defraudadores fiscales) hasta la hiperespañolista Vox, con Vidal Quadras
a la cabeza, el abanico incluyo casi cualquier cosa: los radicales de
Podemos, los rojiverdes de Compromís, la candidatura que lleva por
estandarte al juez Elpidio... Además de IU o de UPD. Y hay algo
más: no es cierto que la ley electoral distorsione en este caso los
resultados y favorezca a los grandes. No hay tal. Con una lista única,
el sistema d'Hont despliega a la perfección su proporcionalidad
corregida. Ahora, si no se quiere votar, pues vale. Pero no vengamos
después con lamentos y cabreos. Las elecciones son el mejor
procedimiento para determinar el futuro. Ese bipartidismo del que muchos
reniegan con pasión no es un artificio, sino el resultado de sucesivas
citas con las urnas. El PP gobierna porque en su día fue el que más
apoyos recibió. En eso, la democracia además de formal es esencial.
De vez en cuando, quienes hacemos de la crítica política un oficio
tenemos que darles la vuelta a los argumentos habituales y advertir de
que descalificar o incluso odiar a las mujeres y hombres públicos no
parece eficaz, si luego se opta por el absentismo cuidadano. España no
tiene una democracia de regular calidad porque el sistema falle. O no
solamente por ello. La desorganización de la sociedad civil, el escaso
asociacionismo, la ausencia de una conciencia colectiva articulada
tienen mucho que ver con lo que está pasando. Pero todavía hay otro
factor: podemos escandalizarnos o protestar ante los recortes de
prestaciones sociales y de derechos cívicos, pero... ¿dónde están las
propuestas (creíbles y factibles) para afrontarlos?
Si no te
ocupas de la política, deberás soportar que te gobiernen personas
inferiores a tí, dicen los clásicos. Apliquémonos el cuento.
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