Como no entiendo de fútbol, últimamente me muestro muy cauto
al hablar del Zaragoza con mis vecinos. Ellos están divididos en tres
bandos: los que son del equipo a muerte, tienen enorme confianza
en los señores de la Fundación, piden paciencia, abominan del afán
recaudatorio de Hacienda y siguen culpando de todo al maldito Agapito;
los que esperaban milagros de la susodicha Fundación y creían que con
gente de pasta mandando en el club (sí, bueno... en la sociedad anónima)
todo serían maravillas, victorias, golazos y virguerías, pero ahora se
van desencantando porque ni rueda el dinero ni se cumple con el fisco ni
se ganan partidos; por último, están los que andan hasta las narices
del Zaragoza, desconfían de los actuales dueños, dudan que éstos vayan a
jugarse su dinero y se tiran de los pelos al saber que las
instituciones seguirán metiendo parné del común en una empresa que debe
una fortuna en impuestos. Les oigo, pongo cara de haba y me pido otra
cañita.
El Real Zaragoza ha evolucionado desde su era
dorada en los Sesenta (cuando su directiva era un espacio de prestigio y
éxito en el que los promotores-constructores niquelaban su ascenso
social) hasta la demencial y reciente época agapitera, tan
horrible y pringosa. Hemos de suponer que el desembarco de la Fundación,
con sus ilustres apellidos y su fama de saber sacar millones de las
chisteras, representa un retorno a los viejos buenos tiempos. Ahora sólo
faltaría encontrar unos cuantos magníficos como aquellos de la
alineación que iba de Yarza a Lapetra. Eso lo veo muy
difícil (aun siendo lego en la materia). Lo que sí doy por hecho es que
la presencia de ciertos personajes en el palco presidencial de la
desastrada Romareda tiene un gran valor simbólico. En diversos ámbitos
aragoneses (y el fútbol no pasa de ser el más manido de todos), familias
e individuos identificados con los más tradicionales poderes fácticos
(orden y dinero) se agrupan para incrementar su influencia y planificar
juntos el futuro. No hablo de políticos (ni siquiera de los del PP),
sino de otra clase de casta: la de verdad.
JLT 10/09/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario