Siendo España el fruto de una muy mala construcción nacional, sus periferias secesionistas tampoco han llegado a construir imaginarios patrióticos
muy razonables que digamos. Eso sí, lo han hecho en estos decenios con
una convicción y una movilización social que son la envidia de los
superpatriotas españoles de toda la vida.
En Cataluña han fabricado un discurso identitario fabuloso, en el que Guifré El Pilós
diseña la oriflama papal y la compleja Guerra de Sucesión se convierte
en una lucha por la libertad. Así, intelectuales orgánicos próximos a
las radicales CUP explican con mucha seriedad porqué, en 1714, el austracismo (o sea apoyar la causa de los Habsburgo en la pugna por el trono de las Españas, tal que hicieron Aragón y Cataluña) era más emancipador o razonable que el borbonismo.
Como si aquel litigio dinástico no fuese parte del gran juego que se
llevaban entre manos las potencias europeas del momento, monarquías
absolutas todas ellas. Leyendas del lejano pasado. Es curioso: los
nacionalistas catalanes hablan de las rebeliones contra Felipe IV (por
cierto... ¡un austria!) o del sitio de Barcelona pero se sienten
incómodos si traes a colación la adhesión a Franco de la
burguesía catalana (y catalanista), agradecida tras haberse librado de
anarquistas y comunistas. Por la misma regla de tres, tampoco admiten
debates relativos al fracaso sucesivo de su derecha y sus
izquierdas (CiU y el Tripartito, sucesivamente) al frente de la
Generalitat, fracaso táctico y estratégico que ha sido el detonante de
la última explosión soberanista. De la corrupción, ni hablamos.
La Cataluña (o más bien las Cataluñas) que aspira a independizarse se aferra a un constructo
capaz de ganar espacio y fuerza con cada desaire y cada humillación
(reales o imaginarias). Además se ha encarnado con éxito en una opción
política de naturaleza emocional y argumentario simplicísimo, capaz de
ofrecer una salida fácil al tremendo laberinto de la crisis y sus consecuencias. El problema es muy serio. Y no desaparecerá porque Rajoy se haga el Don Tancredo subido a la Constitución. El conflicto seguirá ahí. Cada vez más enconado.
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