El jueves, la presidenta del Gobierno aragonés concedió una
entrevista en Aragón TV. Varios colegas se sentaron ante ella y fueron
desgranando con previsible cortesía preguntas más bien abstractas,
genéricas, de esas que permiten a una enhebradora de lugares comunes,
como es Rudi, perorar durante rato y rato en un curioso vuelo sin
motor ni aterrizaje. No hubo tensión ni debate ni concreción alguna...
ni interés. El tostón fue mayúsculo. Sacó a relucir Luisa Fernanda
números y clichés tan huecos como intraducibles al lenguaje de la
ciudadanía. En realidad, la jefa nos aburrió porque hablaba en otro
idioma, ese lenguaje específico de los burócratas del sistema en el que
las cifras sustituyen a las personas y las palabras no sirven para
describir la realidad sino para ocultarla.
Mientras, los
portavoces del Ejecutivo autónomo han insistido en que la contaminación
por lindano en la ribera del Gállego "no constituye un problema de
salud pública". Hombre... si hay pueblos donde no se puede beber agua
del grifo desde hace un mes, si tenemos un río con su red de pantanos y
canales para riego en constante riesgo de ver sus aguas envenenadas por
un producto de muy alta toxicidad, si la causa de todo ello dista de
estar eliminada... la resultante es un problema de salud pública como la
copa de un pino, de libro, de cajón, evidente, clamoroso. Negarlo es
absurdo.
O escuchemos al inefable José Ángel Biel
proponer salidas a su declinante PAR. Ahora se ha sacado de la manga
unas primarias (que sin duda podrá controlar) para seguir retrasando el
congreso de la formación, al tiempo que advierte a diestro y siniestro
de que la estabilidad institucional está en juego si en las
próximas elecciones se multiplican puertas y bisagras y él deja de ser
imprescindible. ¿Estabilidad? ¿Estabilidad... para qué? Porque a fecha
de hoy, Aragón no necesita tanto seguir empantanado sino experimentar un
cambio radical que renueve objetivos y paradigmas. Eso, o el declinar
de esta Tierra Noble se acelerará de nuevo.
Los
presupuestos no se cumplen. Tampoco se presentan (como pasa ya con el
del 2015) dentro de los plazos que marca el Estatuto. Los ejercicios
contables se interrumpen a los nueve meses... Pero no son estos los
principales problemas. Lo malo es que detrás de los números están los
niños hambrientos sin beca de comedor, los alumnos paupérrimos sin beca
de libros, los enfermos amontonados en los servicios de Urgencias, los
funcionarios desmotivados y sumidos en el caos, los gestores
incompetentes nombrados por razones de amiguismo político o mero
nepotismo, los proyectos institucionales (el fruto de la estabilidad) que consumen recursos y dinero de la forma más absurda... O sea, la descarnada realidad.
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