Dijo ayer la señora Sánchez Camacho que el proceso
soberanista catalán ha muerto. Vale. Ahora solo queda afrontar el
proceso participativo, las elecciones pebliscitarias, las nuevas
campañas de agitación de la Asamblea Nacional y un mal rollo sin fin.
Bueno, a lo peor sí finaliza... en cuanto emerja una candidatura única o
unitaria cien por cien soberanista, se alce con la mayoría absoluta y
el Parlament proclame la independencia. Pero entre tanto el PP tira
cohetes, celebrando quizás el haberse convertido en un partido
irrelevante en Cataluña o anticipando que el PSC-PSOE está a punto de
seguir ese destino. Guay.
Hace tiempo (y no poco) que el problema catalán
exige una salida política. Que no puede ser ni el encontronazo, ni la
imposición por Madrid de una ley de parte, ni el desarrollo por los
independentistas de un proceso trucado, sin garantías, impositivo y
manejado por una élite que tiene tanto de "casta" como la que impera en
el resto de las Españas. Solo pactando, legalizando y organizando en
Cataluña un referéndum a la canadiense o a la británica se
hubiese racionalizado la situación, con controles democráticos, con
igualdad de oportunidades para todas las opciones, con un censo
transparente, con una campaña limpia, con una pregunta clara, con unas
consecuencias medidas... ¿Qué hubiera pasado? Es muy probable (o seguro)
que el desenlace hubiera sido similar al de Quebec o Escocia. Pero
ahora...
Ahora todo evolucionará a peor. Las posiciones
se enconarán y los independentistas incrementarán su presión a ras de
calle. La alternativa federal (la única lógica y homologable) quedará
desbordada antes de hacerse realidad. A Rajoy... ya le va bien.
Mientras, la patronal capitalina y la CEOE disculpan las vergüenzas de Arturo Fernández,
la Fiscalía (la que mima a los imputados de postín) reclama durísimas
penas de cárcel a huelguistas del 15-M, Bruselas exige al Estado español
que reclame a las grandes empresas miles de millones correspondientes a
deducciones fiscales ilegales... Esto es la mundial. Eso sí, el PAR ha
decidido celebrar primarias. Dios aprieta, pero no suelta.
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