El eurodiputado zaragozano Pablo Echenique, una de las cabezas visibles de la otra
línea de Podemos, es un tipo extraordinario. Pero no son las virtudes
que le adornan el motivo por el cual no pocos comentaristas del
conservadurismo mediático se han puesto de su parte (en términos
puramente retóricos, se comprende) en la pugna que mantiene con el otro
Pablo, el Iglesias. Con su horizontalismo, su acefalia y su
portavocía tridimensional, con su dirección parcialmente designada por
sorteo (una invención del Partido Pirata) y su asamblearismo, Echenique,
los troskistas y los quincemayistas puros sintetizan la vocación
grupuscular y semiácrata de una izquierda desvertebrada que suele caer
simpática a la derecha. A la postre, los reaccionarios españoles siempre
quisieron que el otro bando se presentara en la palestra espontáneo,
guapo, embrollado, sin jefes, sin disciplina y sin ideas claras. Como
los anarquistas de los años 30, tan auténticos, tan antipolíticos, tan
fáciles de infiltrar y tan proclives a la derrota.
En cambio,
Iglesias despierta en el sistema un temor húmedo y rencoroso que no deja
de agudizarse. Su propuesta para organizar Podemos con una dirección
flexible pero nítida y un sistema para tomar decisiones en red pretende
crear condiciones para la victoria electoral. Los de arriba tienen
miedo, los de abajo están encantados. El Podemos fabricado y puesto en
marcha en la Complutense y los círculos ilustrados de Madrid
conecta perfectamente con la intuición de muchos ciudadanos que pillaron
la onda en las pasadas europeas y ahora aspiran a que el nuevo partido
tenga un liderazgo bien dibujado, a que elabore propuestas programáticas
para un cambio tan radical como posible y a que sus éxitos electorales
(en las municipales con la marca Ganemos) abrumen y saquen de sus
casillas a los poderes convencionales. Por supuesto, a Iglesias, Monedero
y los otros (que ganarán el debate interno), la réplica de Echenique y
sus amigos les encaja perfectamente, pues así escenifican la vitalidad
de su plataforma y la autenticidad del proceso que han puesto en marcha. Hay Podemos para rato.
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