Bien mirado, el ébola actúa hoy no solo como un virus letal, sino también como un test
que define social y políticamente el mundo actual, España incluida.
Para empezar, la maldita enfermedad ha desvelado, una vez más, que los
problemas globales acaban siendo locales, que África está abandonada a
su suerte (salvo cuando de extraer sus materias primas se trata), que la
diferencia entre ricos y pobres es, más que obscena, criminal, y que
por desgracia no existen instrumentos de gobernanza a escala planetaria
para afrontar situaciones límite como la que ahora mismo se vive en
Liberia, Sierra Leona y Guinea. El ébola se alía con la injusticia y el
egoísmo.
El virus ha puesto de relieve que España capea
una aguda crisis sistémica, pilotada por el peor Gobierno conocido (y
ojo, que para conseguir tal marca es preciso esforzarse mucho). Más allá
de consideraciones científicas, la cadena de errores, desatinos y
maldades que han rodeado el caso de Teresa Romero han retratado de cuerpo entero a la ministra Mato, cuya inapetencia mental es un verdadero caso clínico; pero también al consejero de Sanidad de Madrid, Javier Rodríguez, un sujeto absolutamente impresentable, digno colaborador del presidente Ignacio González, el del ático ful. Que estos individuos sigan teniendo responsabilidades institucionales evidencia la calentura política que padece este país ¿nuestro?.
El test ha examinado la sanidad pública española. Que ya no es la que
fue. Y menos en Madrid, donde el PP ha dispuesto de tiempo y poder para
joder a fondo (el hospital Carlos III es sólo un caso más) un sistema
que fue admirado por su eficiencia. Hace solo diez años, dicho sistema
aún fue capaz de dar una magnífica respuesta al desafío asistencial que
supusieron los atentados del 11-M. Hoy, ante una catástrofe semejante,
¿sería capaz de repetir la hazaña? Me temo que no.
África sufre. España se debate entre la indignación y el miedo (recemos
para que las gripes invernales no provoquen estallidos de pánico).
Estados Unidos muestra las carencias de su sanidad, concebida como un
negocio indecente. El ébola nos retrata.
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