Buscando el centro, Rajoy aterrizó ayer en Ávila. Allí le esperaba Adolfo Suárez, el auténtico inventor del centro democrático a partir del franquismo reformista. Naturalmente, El Duque
solo pudo hacerse presente a través de una estatua de bronce, junto a
la cual se fotografió el actual presidente en funciones y candidato del
PP (en plan ¡hola, colega!), animado tal vez por la presencia de Suárez Júnior. El padre aguantó la escena con la magnífica flema de las efigies. Se reiría para sus adentros, seguro.
En las campañas ya no cabe vender un programa más o menos definido,
sino una colección de actitudes, un estilo, una manera de estar, una
línea de comunicación trabajada previamente con los coachers.
Adolfo Suárez, el padre, podía prometer y prometía. Tomó decisiones
históricas. Pero quienes ahora aspiran a mandar en España son
conscientes de que no están en condiciones de prometer nada, porque
nunca tendrán el poder en sus manos. Desde que la gente vio cómo el
Eurogrupo le torcía la muñeca a Tsipras, el griego,
quien más quien menos se ha hecho a la idea de que no se puede vender la
piel del oso antes de cazarlo, ni aunque el oso sea uno de esos
abúlicos pandas que sestean en los zoos.
El centro vuelve, como siempre. Es verdad que algunos geómetras de la
política dudan de que tal lugar exista. Pero una y otra vez se
convierte en la Meca de las candidaturas. De casi todas. El PP quiere
dar una imagen centrada, el PSOE aspira a recuperar el centro progresista, Podemos intentó desde el primer minuto ganar la centralidad
política, UPD, Ciudadanos... Bueno, este último partido ha sabido
atribuirse mejor que nadie esa virginidad ideológica que permite
proclamar que no se es "ni de derechas ni de izquierdas" sin que el
personal se carcajee (como sucede cuando es Iglesias quien suelta la gracia). Albert Rivera capta simultáneamente electores que llegan del campo conservador, del socialista e incluso del alternativo.
Aunque su mensaje se ubica en las antípodas del compromiso,
chisporrotea como un bonito fuego artificial. "A la gente le vuelven a
brillar los ojos", dice. Se ha crecido como candidato, se lo está
creyendo, ha aprendido mucho, sabe mimetizarse (sin dejar de estar en el
centrismo más niquelado) sobre cualquier terreno: liberalismo,
laicismo, quincemayismo... Su pensamiento, al igual que su juvenil y
saludable aspecto, es silicona de primera calidad perfectamente modelada
y texturada (disculpen el palabro) por un equipo de asesores
que permanecen en la sombra y de los que nadie habla (ni de ellos ni del
crédito del Banco Popular que permitirá financiar la campaña de C's a
lo grande).
Sólo Alberto Garzón, el de Unidad Popular, presume
abiertamente de ser de izquierda-izquierda. Al último heredero del
post-eurocomunismo no le hace falta irse al centro ni a ninguna parte.
De perdidos...
Palmo a la izquierda, palmo a la derecha del maravilloso centro, ¿qué dicen los candidatos? Herzog (UPD) echa de menos un auténtico debate político (no le falta razón). Sánchez
(PSOE) ha reclamado de los suyos un esfuerzo para lograr "un voto más
que el PP", lo que le permitiría pactar el Gobierno (con quien
correspondiese) y salvar el cuello. Errejón (Podemos) cree que "la resignación" es el principal hándicap de su partido (y los resignados no subirán al cielo).
Las caravanas se han puesto en marcha. Sin embargo los argumentarios
de cada cual tiran de inercia. Al margen de la consabida pelea entre viejos y nuevos,
los asuntos más candentes (Cataluña, yihadismo, economía, reforma
constitucional y otras actualidades) no acaban de coger el punto de
ebullición. Llama la atención que los datos macroeconómicos, tan
contradictorios, no hayan provocado mayor polémica. Porque la situación
se las trae: baja el paro, pero también la población activa y la
población en general (España acaba de perder noventa mil habitantes en
un año); están aumentando las afiliaciones a la Seguridad (aunque siguen
por debajo de las que había en 2011), pero las cotizaciones han caído y
en cuatro años se ha consumido la mitad del Fondo de Reserva; mejora el
consumo, pero se están cronificando las bolsas de pobreza, que incluyen
no sólo a parados sin subsidio alguno sino a gente que tiene trabajo
con un sueldo miserable. ¿Se harán presentes en esta campaña las
personas de carne y hueso...? ¿O seguiremos rondando el centro, sea de
bronce o de silicona?
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