Aunque se le fue la pinza con lo del
referéndum andaluz, resulta que Iglesias le mojó la oreja a Sánchez en
el debate. O al menos ése es el veredicto de las redes, los
comentaristas y bastantes medios. De alguna forma, en el PSOE también
acabaron creyendo que Pablito les había hecho pupa, y ayer mismo, en
Coruña, su secretario general, escocidísimo, replicó con efectos
retroactivos gritando (vociferando más bien en un alucinante subidón de
adrenalina) que a su partido no le da lecciones nadie. En Zaragoza,
Susana Díaz le secundó arreándole estopa al de Podemos. Había ira y
ganas de revancha. Luego, el líder socialista pudo arreglar los
supuestos rotos del día anterior apareciendo por la noche en El Hormiguero, donde Pablo Motos hace virguerías con sus invitados.
Pablo Iglesias sabe tocar la guitarra y entona con estilo las
canciones de Krahe. No es mal activo, visto cómo va la cosa. Esta
convocatoria electoral ha impuesto un calendario de locos. La campaña
comenzó, para empantanarse de inmediato en un puente interminable.
Luego, se votará en vísperas de Nochebuena. Con unos resultados que se
prevén endiablados, hasta después de Reyes apenas saldremos de dudas. Y
además, ésta es la cuarta cita con las urnas en un mismo año (las
andaluzas y catalanas se proyectaron más alla de ambas comunidades,
alcanzando una dimensión superior). Así que los principales líderes
están exhaustos y echan mano de lo que sea. Bien porque temen perder o
sufrir un gran retroceso, o porque creen tener la victoria al alcance de
la mano. Rivera es el más presionado... por el éxito que todos le
auguran. Ya no brilla en los mítines, y en el debate del lunes arrancó
comido por los nervios. Las encuestas le animan, pero también le
agobian. La posibilidad de acabar siendo el factor decisivo en la
investidura del próximo presidente del Gobierno le quita el sueño. En
cambio, Iglesias ya sabe que estará fuera de la partida (lo de que
podría participar en una especie de tripartito con PSOE y C's es una
absurda invención del equipo de Rajoy), y ha recuperado la forma.
Sin nuevas propuestas o argumentos que galvanicen la campaña, tampoco
es tan raro que algunos comentaristas y no pocos ciudadanos de a pie
lean las apariciones televisivas de los primeros candidatos en claves
aparentemente frívolas. Que si el desdichado chaquetón que lució Sáenz
de Santamaría en el plató de Antena-3. Que si el traje de novio de
Rivera o el encorbatamiento de Sánchez, tan exageradamente formales
ambos. Que si el gesto de Iglesias antes de empezar el debate,
acomodándose sin disimulo la culera del vaquero... Tonterías, vale. Pero
todo cuenta cuando en una campaña en la que escasean los grandes
mítines, más de nueve millones de personas se pusieron frente al
televisor a ver a los cuatro aspirantes. Bueno, a tres de ellos y a la vice. ¿Concentrará semejante audiencia el cara a cara entre Rajoy el socialista? Será difícil.
Hay otras dos fuerzas políticas, por supuesto. Unidad Popular-IU y
UPD, además de los nacionalistas centrífugos, se sienten marginados,
objeto de un silencio informativo que objetivamente perjudica sus
opciones. Tienen razón. El problema para los de Garzón y Herzog radica
en que llevan meses fuera de foco. Lo cual pone sobre la mesa el papel
de los medios y el de las empresas o instituciones que realizan sondeos.
¿Se limitan a reflejar una realidad que evoluciona sin cesar y debe ser
objeto de constantes actualizaciones demoscópicas, o actúan como
agentes interesados, influyendo directamente en la actitud de la opinión
pública? ¿Y las redes sociales? ¿Son determinantes, o simples
reacciones condicionadas a lo que previamente producen y difunden los
periodistas profesionales?
Mariano Rajoy recorre las calles. Su equipo asegura que así el jefe
da sensación de proximidad. Sus detractores claman contra el absentismo
de un gobernante que, en palabras de Pepe Oneto, deja correr las cosas
hasta que los problemas se resuelven solos, o bien se pudren y pasan a
la jurisdicción de otros. Pero por muy desentendido que pueda estar el
líder del PP, estas elecciones son especiales, van a romper con la
inercia política del país y, digan lo que digan los telediarios de TVE
(con sus constantes publirreportajes de la recuperación), sus
resultados deberán ser gestionados por cada partido en un contexto de
enorme inseguridad y una gran volatilidad económica. Ayer, de momento,
la Bolsa española tropezó de nuevo. El Ibex 35 cayó por debajo de los
diez mil puntos. El descenso paralelo del precio del petróleo parece ser
una ventaja relativa, porque también indica que los emergentes se han
parado y la actividad industrial en todo el mundo va a la baja.
Será por eso que Rivera se mueve y remueve en tribunas y platós como
si le picasen las plantas de los pies. Que Rajoy se hace el ajeno a los
asuntos de este terrenal mundo. Que Iglesias respira aliviado porque
podrá ver el partido desde la grada opositora y sólo habrá de
preocuparse de acabar de cuadrar su variopinta y revuelta organización.
Sánchez... Bueno, el del PSOE tiene otras inquietudes: el 20-D será para
la socialdemocracia una auténtica prueba de fuego.
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