Como en el billar, la campaña mueve
tácticas a cuatro bandas. Nadie ignora que tras el 20-D sólo gobernará
el que pueda pactar. Así que los mentideros de la Corte y los analistas
bien enterados barajan los planes B que cada partido se guarda en la
manga. Las miradas convergen en el PP, donde los más agudos intuyen que
ha tomado forma una maniobra de libro: si Rajoy no puede o no quiere o no sabe salir del atolladero postelectoral, Sáenz de Santamaría, que ya ejerce de coprotagonista, será la salida de emergencia. Operación Menina, le dicen. Ayer, Pablo Iglesias se refirió a ella abiertamente. Mientras, Rivera,
cansado pero muy crecido, no para de advertir que para él sólo hay dos
alternativas: o gobernar o mantenerse en la oposición. ¿Y si el
veredicto de las urnas le permitiera hacer pareja con la misma Soraya?
¿Y si se convierte en segunda fuerza y está en condiciones de recibir el
apoyo del PSOE para llegar a Moncloa, como temen en el PP?
"Rajoooyyy, good byyy", gritaba ayer el energuménico Maduro,
que hoy se la juega (si es que las elecciones venezolanas se
desarrollan con normalidad democrática, que ya es mucho suponer). Sí,
parece que el actual líder de los conservadores españoles camina hoy
sobre un fino y destensado alambre. Que su homólogo socialista esté en
idéntica situación no le servirá de consuelo. Cospedal, al borde de un ataque de nervios, vuelve a clamar contra un previsible pacto entre perdedores.
Pero, como recuerda Rivera en sus mítines, el PP ya es un partido
perdedor cuando asume, aunque sea de puertas para adentro, que puede
bajar del 44% de los sufragios emitidos... ¡al 27%! O cuando desde
Génova dan instrucciones para darle un poquito de oxígeno al socialista
Sánchez, no sea que Ciudadanos le deje en la cuneta y las cosas se
compliquen de verdad. Sociólogos y politólogos, tras revisar la última
encuesta del CIS, intuyen que si en estas elecciones se va a romper la
inercia bipartidista, en las siguientes (el partido de vuelta) el voto
volverá a concentrarse en dos opciones: ¿PP... y Ciudadanos?
Por eso Albert Rivera se lo cree. Sus mítines parecen calcados de los
que ya dio en la campaña de las autonómicas y municipales. Los mismos
escenarios, el mismo público, idénticos discursos. Los asistentes (ni
una sola personalidad local) siguen las intervenciones sentados
y el servicio de orden intenta que no haya gente de pie en los
pasillos. Nadie conoce a los candidatos de la provincia, que suelen
telonear con evidentes nervios y escasa elocuencia. Rivera es la única
estrella. Los spots que preceden a las sucesivas intervenciones
se recrean en su imagen, aunque uno de ellos, que sintetiza en pocos
minutos la Historia Contemporánea de España, homenajea a Suárez,
admirable alma del centrismo puro. Son los de Ciudadanos unos mítines...
muy educados. Los oradores tratan al público de usted. No hay follón ni
gritos (sólo el de ¡Presidente!, ¡Presidente! cuando Rivera hace el
paseíllo). Jóvenes (los más) y mayores (los menos) van bien vestidos.
Nadie grita. Es la suya una ilusión muy contenida.
La ilusión como oferta electoral ya la lanzó Podemos en las
europeas. Ahora C's la hace suya. Junto con otros conceptos y símbolos
quincemayistas y neopolíticos. Ayer, Rivera afirmó en Zaragoza
que PP y PSOE "sí saben ponerse de acuerdo para taparse las vergüenzas,
manejar a los jueces e indultar a sus respectivos corruptos".
Veinticuatro horas antes, en Cádiz, Iglesias aseguraba que, si llega a
La Moncloa, lo hará "con una escoba para barrer la corrupción". El de
Podemos rindió tributo a la Constitución de 1812, La Pepa. El mismo hito histórico que Ciudadanos resalta en la presentación de todos sus mítines.
El primer gran cara a cara (a cuatro) calienta motores. Antena-3 y la
Sexta van a copar la audiencia. Allí estarán todos. Por el PP, doña
Soraya, no don Mariano. Al actual presidente sus contrincantes le acusan
de tener miedo. O quizás no ha calculado las implicaciones que tiene
esa sustitución en actos que pueden ser decisivos para captar el voto
indeciso o el voto volátil, que no es poco.
Los partidos que se han quedado fuera de la mesa de billar truenan
contra la política espectáculo. Unidad Popular-IU y UPD acusan a los
cuatro principales de estar convirtiendo la campaña en un reallity show y no en un ámbito de debate serio. Claro que proponer la nacionalización de las empresas estratégicas
"para que nadie pase frío" será muy serio, pero no parece demasiado
realista. Lo mismo que cuando los candidatos de Democracia i Llibertat
(la nueva marca de Convergencia Democrática) van a Madrid a proponer una
negociación entre Cataluña y El Estado. Ahora que todos los puentes están dinamitados. Pero, bueno, la campaña es así. Tampoco hay que ponerse nervioso.
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