Tras un arranque a medio gas, Rajoy
puso ayer la directa. De repente, el presidente en funciones abandonó
el gris habitual para ponerse azul cielo y pronosticó alguna sorpresa.
La victoria de su partido, se supone. Por el contexto y el tono de su
profecía, no daba la impresión de referirse a ser el más votado con un
mísero veintitantos por ciento de sufragios; sino a un triunfo de
verdad, más allá del treinta por ciento. Lo que en el PP se denomina
ganar "una mayoría suficiente". Sonriente y aparentemente animado, el
líder conservador parecía estar en el secreto de algo que va a ocurrir
el 20-D, algo que desmentirá los augurios de los encuestadores, algo que
dará la razón a su argumento de que sólo él puede gobernar España en serio.
Cabe la duda de si don Mariano sabe algo que los demás ignoramos o se
trata sólo de que su equipo le ha dicho que es preciso animar a la
parroquia y vender optimismo. En todo caso, el gran jefe se lanzó a
callejear y mitinear: de Palma de Mallorca a Pamplona, de ahí a
Zaragoza. Sin parar, fresco como una lechuga. En la capital aragonesa
subió al escenario del mismo Palacio de Congresos donde el sábado pasado
intervino Albert Rivera (y donde el día 18 actuará Pedro Sánchez).
El del PP no sólo llenó el recinto, como ya hizo el de Ciudadanos, sino
que cientos de sus fieles, al encontrar ocupados los 1.400 asientos de
la sala, llenaron el gran vestíbulo. Vencedor a los puntos.
Rajoy llega a los auditorios y salones de actos rodeado de los
dirigentes y los candidatos de su partido en cada provincia. Pierde
tiempo hablando con la gente. Se somete sonriente a los selfies
de rigor. Casi parece un tipo simpático, como si todavía estuviera
comentando un partido del Real Madrid para la COPE. Su público suele
tener una edad media superior a los cincuenta (salvo los jóvenes que le
flanquean en la tribuna, como un persistente recuerdo de los tiempos del
Pequeño Nicolás). Hay banderas, entusiasmo,
concejales, dirigentes empresariales... Todo lo que falta en los más
anónimos, ordenados, formales y colegiales mítines de Rivera.
Que el PP teme a Ciudadanos está fuera de duda. Tampoco se olvida del
PSOE. A este partido le recuerda "cómo dejó España". Al segundo lo
critica con pullas muy similares a las que los socialistas dirigen a
Podemos: llegan a estas elecciones sin conocer España, con un programa de laboratorio,
con un liderazgo creado en los platós de televisión... Abundando en esa
autoproclamada superioridad y experiencia, los conservadores han
incluido en su web electoral un comparador de programas donde, tema a tema, contraponen el suyo con el de los demás partidos.
La campaña, como estaba cantado, rebota una y otra vez contra las
cuatro bandas que cierran el tapete. El PP fue el primero en advertir
que se estaba gestando un tripartito (PSOE, Ciudadanos y
Podemos) en su contra. Ahora, desde la sede socialista de Ferraz hacen
la misma denuncia, sólo que en este caso serían los otros tres partidos
rivales los que estarían forjando una entente de facto.
Bueno... En realidad tripartito no hay ninguno; pero es indudable que
los socialistas, tras cuatro años de sostenerse en la oposición, están
pillados hoy en un fuego cruzado. La derecha dispara contra ellos porque
lo ha hecho siempre, los emergentes aspiran a canibalizar su
electorado. Sánchez viene haciendo una campaña animosa y bien diseñada.
Queda bien cuando aparece en los medios, que no han dejado de darle
cancha. Pero se siente acosado por los adversarios, maltratado en los
sondeos y tal vez no confíe en todos sus compañeros de partido. También
él, como Rajoy, espera que la cita con las urnas depare sorpresas.
Y para sorpresa la de ver al mismísimo Pablo Iglesias en un acto organizado en Barcelona por el diario La Vanguardia,
la Asociación Española de Directivos y la Societat Amics del País. Ante
anfitriones tan selectos, el líder de Podemos reiteró su convicción de
que la salida al problema catalán no es otra que un referéndum
vinculante. Lo mismo dijo en el foro Primera Plana de el Periódico de Catalunya. Allí no resultó tan sorprendente.
Daños colaterales en la campaña. Algunos medios han difundido las
sospechas que rodean la actuación de un diputado del PP en el Congreso y
un embajador del Reino de España. Habrían cobrado comisiones por
negocios realizados en el extranjero. Mariano Rajoy, con su bendita
tranquilidad y el buen rollo recién incorporado a su
personaje-candidato, ha salido al paso de la acusación y asegurado que
le parecen suficientes y satisfactorias las explicaciones de Gómez de la Serna
(el parlamentario implicado, quien asegura haber realizado operaciones
"plenamente legales" como asesor de empresas españolas que buscan
mercados en el exterior).
¡Al PP con sospechas...!
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