"Si Ciudadanos no quiere pactar conmigo... será que pretende hacerlo con Podemos", ha dicho Mariano Rajoy. De inmediato, Albert Rivera ha aclarado que el con los de Pablo iglesias, ni hablar. Unos y otros se miran de reojo entre sí, porque los últimos trackings no publicables indican que el podemismo encara la meta a mucha velocidad. Podría obtener más votos, aunque menos diputados, que el PSOE.
En un ejercicio de auténtico sentido común, Rajoy ha indicado la necesidad de resolver el gran problema pos20-D (tras el fin de las mayorías absolutas e incluso de las mayorías suficientes)
con un acuerdo a una o varias bandas para toda la legislatura. Sí, por
supuesto... ¿Pero quién se pondrá a tiro? Por otra parte, el líder
conservador ha tenido tiempo y ganas de negar la naturaleza política de
la agresión que sufrió en dicha ciudad. Una agresión que ayer seguía
dando que hablar, y a la que algunos pretendían dar melodramáticas
interpretaciones. El puñetazo, claro. TVE ha repetido hasta la saciedad
que su joven protagonista se definía en las redes como antifascista y
radical. Cierto. También es un aficionado extremo del Pontevedra, presumía de independentista ante sus amigos (los que le jalearon empujándole a perpetrar su estúpida hazaña),
estaba o había estado en tratamiento psiquiátrico (lo cual no ha de
extrañar a nadie), pertenece a una familia acomodada, su padre
administra la Cámara de Comercio e Industria de Pontevedra (donde tiene
algún problemilla)... y su madre (la de la criatura) es prima de la
esposa del mismísimo presidente del Gobierno en funciones. Así que éste
ha declarado que no presentará denuncia contra su contrapariente.
Pontevedra es una curiosa ciudad donde las familias bien están
vinculadas entre sí por todo tipo de alianzas, intereses comunes y
enredos. Pero la agresión al jefe del PP no es sino la consecuencia
lamentable de una enfermedad mental. Ese chico (a quien el ministro de
Justicia ha acusado de atacar "con premeditación y alevosía") necesita,
más que nada, tratamiento.
Por eso causaba cierta estupefacción leer a comentaristas
presuntamente serios que, si pasó lo que pasó, fue porque "en los
últimos tiempos el odio vuelve a andar libremente por las calles" (Raúl del Pozo, en El Mundo). Hombre, no es eso. Como la famosa acusación de Pedro Sánchez
a Rajoy ("usted no ha sido un presidente del Gobierno decente") tampoco
rompió ningún límite. Se ha producido en las últimas cuarenta y ocho
horas una rebusca por las hemerotecas, a la caza de otras diatribas e
incidentes. Ha salido a relucir lo que le dijeron don Mariano y sus
amigos (de todo menos bonito) a José Luis Rodríguez Zapatero cuando éste quiso abrir un diálogo con ETA. O el violento abordaje sufrido por José Bono
a manos de gente del PP, cuando éste era ministro de Defensa. O la
pretensión gubernamental de cesar "con deshonor" al exJEMAD y exteniente
general Julio Rodríguez, actual (y sorprendente)
candidato de Podemos. Pero la política suele dar lugar (en todas partes)
a exabruptos e incidentes como esos. Por otro lado, esta campaña ha
sido, en general, particularmente suave en lo que se refiere a
argumentarios, discursos, tuits y otros instrumentos comunicativos.
Los pactos son la gran incógnita (además de los resultados en sí,
claro). Un interrogante que de momento sólo ha tenido respuestas oscuras
e inciertas. Fíjense: Albert Rivera jura que no se arrimará a ninugna
otra formación (¿y entonces?). Sin embargo PP y PSOE sí que están
dispuestos a tirarle los tejos al de Ciudadanos. Iglesias se ha animando
tantísimo que no quiere oír hablar de nada que no sean sus pretensiones
de dar la gran sorpresa. No cuadra que pueda aspirar a la presidencia
del Gobierno, pero sí a ser jefe de la oposición. Tan enredadas estan
las expectativas que Soraya Sáenz de Santamaría y otros conservadores
matizaban ayer a su propio presidente y pedían la victoria por mucho del
PP (en Génova aspiran a superar "holgadamente" la línea de los ciento
treinta diputados), para evitar lo que ella llama "el tripartito de los
perdedores; o sea, PSOE, C's y Podemos, una alianza, sin embargo,
perfectamente improbable.
Ahora bien, ¿qué pasará el día 21 cuando (si los resultados lo dejan
todo en el aire, como se viene augurando) los llamados agentes
económicos se pongan nerviosos y la prima de riesgo empiece a subir? Ahí
nos va a doler... a todos los españoles.
Fin de fiesta. Hoy, los supermítines de cierre. Rajoy, Sánchez,
Rivera y Garzón, en Madrid; como mandan los cánones. Iglesias, en
Valencia. Después, la reflexión...
Y que el domingo sea lo que la ciudadanía quiera.
JLT 18/12/2015
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