Primero: el llamado caso titiriteros. Unos guiñoles "para
adultos" acaban en un festival infantil. Asisten unas 30 personas. La
representación es suspendida cuando se ve que la cosa es un tanto
delirante. Sí, una situación absurda. Consecuencia del despiste y la
tendencia a meter la pata que adornan a ese infantilismo izquierdoso,
tan exhibicionista y gritón como ideológica y políticamente
insustancial. Pero hablar de caso... ¿Qué caso ni qué Alka-eta?
Dos titiriteros están en la cárcel por semejante malentendido, lo cual
resulta excesivo e impropio de una democracia. Y quizás el caso consista
en eso, en que un juez sobradamente conservador (por decirlo con
suavidad) ha mandado a prisión a un par de caricatos tronados y ácratas
cuyo supuesto (imaginario) delito se ha producido en un teatrillo de
juguete. Personalmente considero mucho más peligroso al magistrado en
cuestión que a los infelices sometidos a sus decisiones.
Las posibles torpezas de Carmena y los suyos (si es
que, en verdad, son los suyos) desencadenan reacciones desproporcionadas
y tremendistas. Tal vez porque quienes más acusan y se rasgan las
vestiduras han blindado a Rita Barberá, su alcaldesa, incrustándola en la permanente del Senado para que siga aforada aunque se convoquen nuevas elecciones. Bien, ¿eh?
Segundo: los sobresaltos municipales de Zaragoza. Que por supuesto no
acabarán con el pacto presupuestario (ZeC-PSOE-CHA). Porque en la casa
consistorial cesaraugustana pasan varias cosas. De entrada, quienes la
administran ahora llegaron allí muy ligeros de equipaje y sin saber bien
dónde se metían. Por otro lado, aquel lugar parece la mansión de Los otros,
repleto de fantasmas y cadáveres almacenados en armarios y archivadores
por el equipo de gobierno anterior (como esos trece falsos funcionarios
que han de dar paso a los verdaderos). Para rematar la jugada,
servicios públicos tan fundamentales como el transporte en autobús
degeneraron (hace ya tiempo) en tremendos e insolubles problemas. Así
que Santisteve va de sorpresa en sorpresa hacia la estupefacción definitiva. Lo tiene crudo.
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