En plena consagración del pacto como máxima virtud política, sería de
rigor preguntarse cómo, con quién y para qué cabe ponerse de acuerdo.
Porque todo eso de que no caben exclusiones ni líneas rojas ni nada que
no sea el interés general, vale como cuento para niños. Mas no
cuadra en este país tan embarrado. Supongamos, por ejemplo, que cierto
partido tiene a tiro una institución, y otro le apoya por una supuesta
afinidad ideológica... ¡Ah!, pero este último ya estuvo gobernando allí,
y el que llega habrá de pechar con su legado. Es lo que les ha pasado a
los primaveras de ZeC con los alicáncanos del PSOE en el Ayuntamiento
de Zaragoza.
Los socialistas votaron alcalde a Pedro Santisateve. Luego, cuando pueden, le ponen la zancadilla, que lo cortés no quita lo valiente y además los comunes
son de mucho tropezar, trastabillarse y darse tozolones. Después de
cada hostión se cogen unos cabreos monumentales... Aunque tampoco les
sirven de gran cosa, porque el enfado nunca llega tan lejos como para
poner en la picota de la Fiscalía Anticorrupción a quienes, a la postre,
son aliados imprescindibles.
Lo de los autobuses, sin ir más lejos. Belloch
y los suyos renovaron la contrata con AUZSA a sabiendas de que, apenas
firmada la concesión, la empresa iba a ser vendida a unos desconocidos
terceros. Sería legal la movida, pero fea, feísima. Claro, que mucho
peor fue lo que pasó dos días antes del advenimiento de Santisteve y los
suyos: AUZSA obtuvo, en el último minuto, dos millones y pico de euros
para pagar despidos de su plantilla. Y qué decir de la movida de los ya famosos 13 funcionarios ful.
¿No es más cierto que aquello fue una alcaldada (¡hace cuatro años!),
que se llevó por delante a quienes osaron oponerse a ella? En ese plan,
el Ayuntamiento cesaraugustano va a perder en los próximos meses juicios
por valor de 70 millones de euros. Es la penúltima sorpresa que aparece
en los armarios que Fernando Rivarés recibió de su predecesor, Fernando Gimeno.
Lo de la rana y el escorpión. ¿No se lo saben? Pues búsquenlo en Google. Qué a mí se me acabó la cuerda.
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