Esto ya no es un laberinto (o sea, un tortuoso camino que al final sí
tiene salida) sino un estupendo berenjenal, un follón, un barullo, un
putiferio... llámenlo como quieran. Ahí está Pedro Sánchez, que
intenta ponerse en línea con Podemos y con Ciudadanos al mismo tiempo; o
sea, arreglarse con el cónyuge y el amante sabiendo todos de qué va el
pastel. Para ello ha lanzado una propuesta programática lo
suficientemente progresista como para interesar a las izquierdas, pero
expuesta en términos tan vaporosos que también podría servir para
contentar al centrismo liberal, como de hecho está sucediendo. A su vez, Pablo Iglesias, el Coco,
ha contratacado con otro documento que nos lleva a los rojos altares de
la respuesta social a la crisis, pero retuerce como dementes culebras
las leyes de la democracia (la representativa, la deliberativa y la
participativa), hasta que uno no sabe si las bichas son tres (como los
poderes institucionales), 17 (como las autonomías) o una sola, una
enorme anaconda del Orinoco capaz de engullir todo lo que no encaje en
el "proyecto de cambio". ¿Y qué puede hacer Pedro, aunque cuente con
Albert Ribera), si Pablo le dice que nones?
Eso es lo que espera Rajoy,
quieto en la mata, rodeado por los restos de un partido podrido,
acosado por quienes, desde dentro del PP, quieren ir de facto a una
refundación e incluso imaginan un cambio de marca, porque la actual no tira en el mercado electoral.
Añadan lo de Cataluña, donde el referéndum (sujeto a normas
democráticas de verdad) es la única salida razonable, no para contentar a
los soberanistas, que lo piden con la boca pequeña, sino para zanjar un
asunto que se está poniendo imposible.
Y la corrupción y el
robo. El embrollo español incluye banqueros (chinos o locales)
delincuentes, políticos ladrones, dentistas estafadores, mentirosos
compulsivos, policías desmadrados, poetisas blasfemas... Y ahí fuera,
una Unión Europea y unos mercados que nos esperan con su receta en la
mano: otro ajuste sin contemplaciones. Parece una invención de las que
le salían a don Ramón del Valle Inclán cuando se fumaba un porro.
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