A estas alturas, vamos enterándonos de que Pedro Sánchez no era solo un maniquí sino un líder político firme y correoso, de que a Pablo Iglesias se le atragantan los contratiempos, de que Albert Rivera es un oportunista disfrazado de buen chico... y de que Mariano Rajoy
es un tío muy listo. Sus partidarios (los del presidente en funciones,
me refiero) glosan ya la habilidad de quien supo conducir los
acontecimientos desde antes incluso del 20-D para llegar al momento
presente, cuando el gran dilema político de las Españas parece ser que,
si el del PP no es investido presidente con el plácet de quienes fueron
votados precisamente para todo lo contrario, sucederán terribles
catástrofes y encima tendremos que volver a votar el día de Navidad. El
25 de diciembre, nada menos. Qué agudo Marianico, cómo disimulaba cuando
en enero iba por ahí, tan mohíno y cariacontecido, pero en realidad
maquinando la forma de darle la vuelta a la tortilla. Administrar los
tiempos, se le llama a eso.
Yo diría que Rajoy ha llegado a ser tan listo porque, paulatinamente,
ha comprobado que podía hacer lo que le diese la gana, que siendo
persona de orden tenía medio perdonados colesquiera pecados y pecadillos
de lesa corrupción, que siendo de derechas de toda la vida el
patriotismo le pertenecía en exclusiva, que sus argumentarios se iban
colando por todos los medios y acababan siendo artículo de fe entre
opinadores y tertulianos. Cuando tuvo la ocurrencia aquella de convocar
elecciones generales el 20-D, en vísperas de las vacaciones navideñas,
lo lógico habría sido que los analistas y la opinión pública hubieran
salido en tromba a decirle que eso... ni hablar. Pero la resistencia a
semejante patada al calendario institucional fue mínima. Igual que
luego, cuando se escaqueó y no quiso ni negociar con nadie ni
presentarse a la investidura. Y cuando decidió que hablaría, o no; se
explicaría, o no; iría al parlamento, o no; obligaría a dimitir a sus
corruptos, o no; admitiría preguntas en las ruedas de prensa, o no...
Según fuera su santa voluntad. No le pasó nada. Y justo entonces se
volvió listo, listísimo. Ahora va lanzado.
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