jueves, 27 de octubre de 2016

¡Madre mía, qué desparramo! 20161027

Fue un espectáculo asombroso. La apertura de la investidura de Rajoy (que por fin es cosa hecha) ha escenificado la ruptura de los últimos límites, las últimas líneas rojas, los últimos disimulos. Mientras un tercio de los diputados aplaudían al gran líder, las otras dos terceras partes (Ciudadanos incluidos) asistían al show tiesos en sus asientos, como cadáveres congelados. Así, el presidente (el de antes, el de ahora y el de después) pudo presumir de gestión, recuperación, crecimiento y excelencia, y advertir que lo suyo va para largo, que dialogará «para seguir avanzando» y que, a la postre, más hubiese ganado yendo a terceras elecciones. Pero si no ha jugado tan golosa baza es... por el bien de España.

¡Ah, el interés general! Al evocarlo, el PSOE (por la contradicha boca de Antonio Hernando) quiere sostener a don Mariano en la Moncloa pero ejercer una oposición radical. C’s proclama su aportación fundamental a un próximo gobierno en el que, sin embargo, no estará presente. Se presuponen futuros ejercicios de geometría variable, ante los cuales el PP se reserva el derecho a entenderse con quien corresponda. Porque Rajoy sí puede tocar a los intocables y desear a los indeseables.

Ayer, mientras el superjefe dominaba el hemiciclo, estudiantes de Secundaria se manifestaban por las calles, alentados a menudo por sus padres y profesores. Sin embargo, el candidato a la investidura se prometía a sí mismo un pacto por la educación que integre tan ricamente a quienes reniegan de su LOMCE. Todo fue así de extraño y demencial. La actualidad política nos viene curando de todo espanto. Pero no sé cómo, a cada momento surge alguna novedad que nos deja estupefactos incluso a los más encallecidos. Si el sábado vemos abstenerse a Pedro Sánchez (lo cual aún no se puede descartar), no sé qué podremos pensar de este fenomenal desparramo.

Iglesias y Errejón parecen ser los únicos que tienen claro quiénes son y a qué juegan. Pero más les valdrá (sobre todo al primero) mover sus cartas con habilidad y prudencia. Son los malos de esta película. 

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