Aunque la actualidad política anda repleta de desatinos y rarezas,
esa indignacións del PSOE, de CHA e incluso del PAR ante la posibilidad
de que Podemos intente arrebatarles sus votantes resulta extravagante.
¿Són los electores propiedad exclusiva de este o aquel partido? ¿Existe
alguna regla según la cual propuestas transversales, como las
denominadas aragonesistas, sólo puedan ser adoptadas por unas
formaciones determinadas? ¿Tienen copyright la socialdemocracia, la
ecología, la igualdad o la fiscalidad redistributiva?
El ya famoso
documento de los oficialistas de Podemos-Aragón ha provocado una
tormentilla en Madrid, donde numerosos comentaristas y tertulianos se
han dejado arrastrar sin más miramientos ni comprobaciones por una
delirante versión, según la cual Echenique quiere la independencia de
Aragón (¿?). De eso no hay nada, por supuesto. Pero como el documento en
cuestión sí se desliza hacia un aragonesismo formal, la dirección de
CHA ha considerado tal licencia una intromisión en su territorio.
Parecido a lo que ya encabronó a los socialistas cuando percibieron que
el podemismo les robaba votos. De ahí las tremendas tensiones que se
viven en la izquierda aragonesa, para satisfacción y regodeo del bando
conservador.
Los electores no son de nadie. Eso parece tan
evidente como elemental. En Aragón, decenas de miles de votantes
progresistas han votado sucesiva y alternativamente al PSOE, a IU, a
CHA... y ahora a Podemos o sus derivadas. Normal. Esos mismos electores
ya sabrán distinguir si la exigencia de una mayor soberanía fiscal y una
financiación más justa (cosas bastante razonables, las plantee quien
las plantee) es, en cada caso, cosa seria o mero oportunismo. Como
distinguirán qué marca política es más sincera e interesante.
Véase
al PP. Tras algún mosqueo inicial, ha aceptado a Ciudadanos como
válvula de descomprensión para electores desencantados o recién
estrenados. Les ha sumado a su causa por la vía del pacto y se limita a
esperar que vuelvan a casa. Una vez más, la derecha da lecciones.
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