Por alguna extraña razón más conectada con las fobias que con la
ideología, a muchos zaragozanos (la mayoría de derechas) sacarles a
relucir el tranvía o las bicicletas es como mentarles la bicha. Pero la
bicha suprema, la madre de todas las bichas, el superbicharraco. Al
principio, las personas humanas observábamos tal fenómeno con
preocupación. Pero con el paso del tiempo no hemos tenido otro remedio
que tomarnos a risa semejante histeria. Nos queda, además, un consuelo:
el apasionado amor al coche propio y el irrefrenable deseo de ir con él a
todas partes no solo embarga al vecindario cesaraugustano, también al
madrileño. No cabe asombrarse por ello. A la postre, la gente de orden
de la capital de Reino (empezando por mis colegas de los medios
presuntamente serios) le compró al mafioso Adelson un remedo de Las
Vegas idéntico al que nos colocaron aquí los trilerillos de Gran Scala.
La de aquel.
Cada noticia que da este diario sobre incidentes
relativos al tranvía o a los velocípedos genera de inmediato la reacción
(entusiasta e indignada al mismo tiempo) de quienes aborrecen ambos
medios de transporte. El otro día, una ciclista se golpeó con el Urbos, y
los seguidores de Jorge Azcón, enfrentados simultáneamente a dos
entidades horrendas, no sabían a cuál echarle mayores cantidades de agua
bendita.
Espero que la línea 2 del tranvía se haga pronto
realidad (financiera). La 1 es un éxito total y su efecto dinamizador
sobre la movilidad, el comercio y la actividad ciudadana de todo tipo es
un hecho. La mejora del transporte público (si el autobús deja de ser
el desastre actual) y la creciente presencia de la bici son símbolos
evidentes de una renovación urbana en la que Zaragoza ya va por detrás
de otras ciudades europeas.
Con participación, con respeto a
todos, con normas y medidas que integren ese tranvía y esas bicicletas,
con sentido de la lógica y atendiendo a los intereses locales (el Urbos
se fabrica en la propia Zaragoza)... la capital aragonesa debe seguir
evolucionando en la única dirección posible. Hagan el favor.
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