martes, 8 de noviembre de 2016

¿Son los de arriba o los de abajo? 20161107

La periodista británica Katharine Viner, la primera mujer que accedió a la dirección de The Gardian, ha calificado a la nuestra como la sociedad de la posverdad. Ello viene a cuento de la victoria del Brexit, la irrupción de Trump, el auge de los populismos parafascistas en Europa y toda una serie de fenómenos políticos que tienen en común el éxito de argumentarios basados en falsedades, demagogias, provocaciones e incluso locuras manifiestas. Yo incluiría en esta relación el extraño desenlace del llamado bloqueo español, en unas circunstancias y unos términos que achican el espacio democrático a su mínimo tamaño.

¿Quién tiene la culpa?, se preguntan las personas más inquietas y avisadas. ¿Cómo hemos llegado a semejante situación? Caben muchas respuestas. Por ejemplo, algunos periodistas profesionales creen que las redes sociales y la expansión de internet en general han modificado el ecosistema informativo intoxicándolo a través de una enorme legión de mercenarios, trolls, frikis, majaras e incluso auténticos sociópatas. Pero desde otros ámbitos se replica (no sin razón) que es ese periodismo que presume de precisión y ética el que se ha vendido por un plato de lentejas e intoxica y actúa como la voz de su amo, entre otras cosas porque los medios han perdido su modelo de negocio y con él su independencia. Se culpa a las élites (insolidarias, codiciosas, crueles). O a la cultura (audiovisual) basura. O a la tradición autoritaria, antipolítica y servil consagrada durante la Restautración y las dictaduras posteriores, en particular la franquista.

Supongo que España sufre una mezcla de todo ello (que en buena medida se corresponde con los paradigmas globales), pero no cabe descartar, ni mucho menos, la fatal tendencia de los de abajo a dejarse alienar, a sustituir el conocimiento por las patrañas, a no organizarse, al individualismo, a la pasividad... Cuando la gente es tan fácilmente manipulable no hace falta que los de arriba pierdan su precioso tiempo conspirando. Con sacar a la superficie lo peor de cada cual, ya está.
 

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