Que a Borrell le estén investigando por haber sido miembro del
consejo de administración de Abengoa entra dentro de lo razonable (en
estos tiempos). Forma parte del riesgo implícito en las puertas
giratorias: el chollo de hoy mañana puede dar con tus huesos en el
banquillo de los acusados. Pero que al exsecretario de Estado de
Hacienda, exministro de Obras Públicas, expresidente del Parlamento
Europeo, excandidato socialista a la Presidencia del Gobierno e insigne
académico le hayan tangado 150.000 euros a través de un falso
chiringuito financiero en internet es cosa que te deja estupefacto. ¡Con
lo bien que se había explicado este hombre cuando la destitución de
Pedro Sánchez, y ahora resulta que es un lila!
Todo es así en
estos majaderos tiempos. El PP nombra presidente de la Comisión de
Exteriores a Fernández Díaz o fiscal general del Estado a Maza (vaya
dos) y no pasa nada, e incluso Ciudadanos y PSOE se encogen de hombros.
El hoy consejero de Hacienda del Gobierno de Aragón, Fernando Gimeno,
niega al Ayuntamiento de Zaragoza todo lo que él mismo reclamaba cuando
se ocupaba (es un decir) de las cuentas de esta última institución. Se
multiplican los siniestros domésticos por culpa de la pobreza energética
(o de la pobreza a secas). El recibo de la luz no para de subir y subir
(ahora porque (dicen) estamos vendiendo mogollón de energía a Francia,
donde andan revisando sus famosas centrales nucleares.
Existe una
interpretación de las cosas (o sea, de las cosas raras), según la cual
todo es culpa del populismo, y en España de Podemos. Será por eso que
las investigaciones sobre las 845 viviendas recalificadas y los cien
millones procedentes del erario que supuestamente beneficiaron a los
familiares de Gabriel Amat, alcalde de Roquetas, presidente de la
Diputación Provincial de Almería y miembro de la dirección nacional del
PP, han ocupado la centésima parte del espacio que mereció la venta
legal de una VPO por el podemista madrileño Espinar.
Aquí hay gato encerrado.
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