Llevo un disgusto morrocotudo. Porque, claro, como diversos medios de
la capital del Reino colocaban a Luisa Fernanda Rudi al frente de algún
ministerio, yo ya me relamía de gusto. Incluso había preparado el
borrador de un artículo glosando los méritos de esa mujer, cuya
extraordinaria carrera política (diputada en las Cortes de Aragón y en
el Congreso, alcaldesa de Zaragoza, presidenta de la Cámara Baja,
presidenta del Gobierno aragonés, senadora...) sólo necesitaba apuntarse
una cartera ministerial para ser el demasié.
No verla entre la/os elegidas/os por el gran Rajoy ha sido un jarro
de agua fría. Más aún, al ver que el megajefe ha puesto a Cospedal al
frente de Defensa. Ese puesto, precisamente, le venía a nuestra
convecina como anillo al dedo, después de haber asistido a tantas juras
de bandera, tantas entregas de despachos y tantísimos actos castrenses,
en uno de los cuales incluso le dieron un nombramiento (por supuesto
militar) honorífico. Ya me dirán ustedes si la manchega, por muy
secretaria general del PP que sea, sumaba tantos méritos. Por favor.
Claro que uno nunca está seguro de por qué o por qué no se dan o
quitan ministerios. Algunos se llevaron las manos a la cabeza cuando
Iglesias (en una de sus pabladas) nominó ministro de Defensa al general
Julio Rodríguez. «¡Bah!: un párvulo en la materia», dijeron los
entendidos. Esos mismos aplaudían ayer la designación efectiva de doña
Dolores. Pero es que al PP, últimamente, se le aplaude todo. Incluso
mantener a Báñez en Empleo (precario) y Seguridad Social (sin hucha).
Vuelvo a lo mío: Rudi podía haber sido la primera aragonesa que
ocupase algún ministerio en un gobierno conservador. Con tal detalle,
Supermariano se habría metido en el bolsillo al electorado de la Tierra
Noble. Pues, ¡qué no hubiera hecho por esta bendita comunidad nuestra
aclamada Luisa Fernanda!
JLT 04/11/2016
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