El domingo, a la misma hora, en los porches de la plaza Mayor se
alinean los habitáculos-ataúdes fabricados con cajas de cartón, donde
los sin techo va a pasar la noche. Voluntarios de una oenegé llegan con
su catering solidario a repartir la cena. Tras ellos, una larga comitiva
de pobres de solemnidad, transeuntes, parados de larga duración,
inmigrantes sin esperanza, enfermos mentales y otros restos del
naufragio forman una desordenada fila.
El Museo Reina Sofía exhibe una exposición que titula Ficciones y
territorios, una intensa y extensa colección de arte referido «a la
nueva razón del mundo» (el temible neoliberalismo). Hay cuadros,
fotografías, intervenciones sobre productos industriales, murales,
proyecciones, documentos audiovisuales, instalaciones... El efecto sobre
quienes recorren las salas es sin duda desasosegante. La distopía
asusta.
Era Madrid. Podía haber sido cualquier otra gran ciudad del mundo.
Esa es la consecuencia del endeudamiento público transmutado en altos
beneficios privados, del sistemático aumento de la desigualdad, de la
individualización a toda costa, de los paradigmas ultraconservadores que
convierten la libertad en un privilegio de las élites cada vez más
ricas y empoderadas, e imponen a las mayorías sistemas cada vez más
autoritarios y alienantes.
Y sí: en BiBo se come muy bien.
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