A los postres de una comida-mitin celebrada ayer en León, se alzó el invicto expresidente José María Aznar para clamar por España, hoy "intervenida" cuando él la había dejado "querida, respetada, admirada y tocando el cielo del éxito con los dedos". Su voz incluso dominó por un momento los intensos ecos del cara a cara del lunes, ese match retórico que según una encuesta de GSOP para este diario, ganó Mariano Rajoy por goleada y que, sin embargo, dejó a los españoles más críticos con la sensación de que ambos candidatos les habían escamoteado el quid de la cuestión; o sea, la sustancia. Aznar grita que estamos en quiebra, que no hay tiempo, que sólo cabe esperar el mismo milagro que, según su versión de las cosas, ya llevó a cabo el PP tras ganar las elecciones del 96... Por lo visto será así, a golpe de interjección y desmesura, como habremos de llegar al día 20 (una fecha demasiado lejana) para que al fin la derecha se adueñe de las urnas y se inicie el segundo acto del drama.
LLENAR LA CAMPAÑA En esta campaña nos vale ya cualquier novedad. Que uno o dos expresidentes se remanguen y bajen al ruedo provoca el morbo del respetable e introduce un ápice de novedad e interés. Incluso el debate a cinco de hoy es un buen pretexto para llenar una jornada más. Y, ojo, porque dicho debate viene con su barullo bajo el brazo. Izquierda Unida y Esquerra Republicana, que se arreglaron para formar un grupo parlamentario cooperativo durante la pasada legislatura, se pelean ahora por el único puesto que les toca en la mesa. Gaspar Llamazares (IU) se disputa el asiento con Alfred Bosch (ERC).
Claro que ese partidillo a cinco no logrará tanta audiencia como el cara a cara (doce millones de telespectadores). Los nacionalistas abominaban ayer de la simplificación bipartidista que silencia su voz, deja fuera del temario los problemas específicos de Cataluña o de Euskadi y ni siquiera hace mención a la pluralidad y diversidad de España. Tienen razón, pero es que, además, Rubalcaba y Rajoy obviaron otros asuntos no menos significativos: la Unión Europea, la corrupción política, el fraude fiscal... Sólo el candidato socialista aludió de pasada a la necesidad de revisar el coste de las fuerzas armadas, una de las grandes partidas del presupuesto. Rajoy pasó del tema. El del PP voló tan alto y estuvo tan lejos de la realidad concreta que condicionó la recuperación económica a cuatro medidas sencillísimas, etéreas y resplandecientes: "El cambio político, el nombramiento de un gobierno competente, decir la verdad a la gente y disponer un plan cuyo primer punto será el control del gasto público". Fórmula magistral, como se ve. Lo mismo cura la sarna que las paperas que nada. Rajoy prepara un plan. España está salvada. Aunque Cayo Lara, el severo patriarca de Izquierda Unidad, no lo ve así. "El cara a cara --dijo-- lo ganó el bipartidismo y el señor Botín, al que ni siquiera le hizo falta estar presente".
Cándido Méndez, el secretario general de UGT, ha descrito la situación de esta campaña como el duelo entre un Rubalcaba que debe hacer inmensos esfuerzos para subir por esa interminable pared de granito que son los cinco millones de parados y un Rajoy que espera cómodamente instalado en la cima. "Al aspirante conservador --argumenta el líder sindical-- le basta con no comprometerse en tema alguno que resulte comprometido".
DUELO EN INTERNET Llegados a un punto en el que el mismo Rubalcaba ha acabado por admitir implícitamente la victoria del PP, sólo caben dos evoluciones posteriores en la intención de los votantes: a) la aplastante superioridad conservadora provoca que sus adeptos se vuelvan perezosos, mientras la izquierda desencantada se activa alarmada por el subidón de la derecha; b) los indecisos se suben al carro del seguro ganador porque a casi nadie le gusta estar entre los derrotados y porque las cosas han llegado a un punto en el que merece la pena jugársela a ver si...
Esteban González Pons finge temer que se produzca la primera de ambas evoluciones. El ministrable Alberto Ruiz Gallardón sabe que se está imponiendo la segunda, y no se cansa de pedir a los votantes socialistas que se pasen sin temor "al cambio".
Y el duelo se prolonga en internet. Con debates televisivos o sin ellos, los partidos y coaliciones pelean en el espacio digital buscando alguna ventaja adicional. En general, los conservadores se están currando más la red, donde airean el ideario B del PP, más neocón y más brutal. No descansan. Su vehículo favorito es twitter, donde el tope son ciento cuarenta caracteres y las ideas elementales entran y salen a toda velocidad. Los socialistas y la izquierda se mueven mejor en facebook, tal vez por allí es posible extenderse en el debate y profundizar. Fontaneros a sueldo, francotiradores, amateurs, espontáneos, frikis y graciosos crean y mandan mensajes o imágenes. Ayer se armó la mundial cuando una candidata suplente del PP mallorquín, Francisca Pol, colgó alegremente una foto manipulada en la que la ministra de Defensa y candidata socialista, Carme Chacón, aparecía enseñando un pecho. Luego pidió disculpas (la conservadora) mientras el PSOE exigía su dimisión. Qué nivel.
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