Esta campaña electoral, que ya era viejísima cuando aún no había comenzado, ahora parece una especie de zombi loco. Alfredo Pérez Rubalcaba intenta multiplicar su actividad en ruta apurando los días que quedan. Mariano Rajoy empieza a tener pesadillas en las que se ve, ya en Moncloa, cercado por unos voraces especuladores financieros incapaces de distinguir entre él y su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero. Los demás (todos los partidos y coaliciones que no son ni PP ni PSOE) hacen cuentas para ver qué se llevarán en limpio del batacazo socialista. Pero los réditos van a ser escasos para el complejo caleidoscopio de los minoritarios. Vamos hacia un sistema de partido dominante. Eso sí, con permiso de los mercados, que aprietan... pero no sueltan. Ayer, la prima de riesgo española batió todos sus récords. ¿Acaso no saben los capos del tinglado financiero que Rajoy se dispone a ganar por goleada?
SIN REMEDIO Grecia e Italia ya tienen o van a tener sus respectivos gobiernos técnicos presididos por economistas de toda confianza. Pero ayer estaban sometidas a un inmisericorde bombardeo por parte de los mercados financieros. Simultáneamente, Rajoy conversaba en León con los periodistas que le siguen (de quienes habitualmente se mantiene alejado). "Gracias a la convocatoria electoral y a la perspectiva de un cambio político --les dijo--, España no ha caído como Italia". Quizás ignoraba que en ese mismo momento nuestra prima de riesgo batía todos los récords negativos, con 433 puntos básicos por encima del bono alemán. Luego, en Oviedo, cuando ya estaba al tanto de la situación, explicó su receta para una urgencia. "Hay que hablar con Europa.--proclamó--, y decirles: oigan, somos una gran nación y vamos a hacer aquello que sea preciso hacer ¡y lo haremos bien!". Impresionante.
Es posible que los malabaristas de las altas finanzas aún no hayan identificado a Mariano Rajoy ni acaben de captar que el PP está a sólo unos días de controlar un poder institucional sin precedentes en la España democrática. Tal circunstancia acabará por producirle pesadillas a Rajoy, de la misma forma que consolará a Rubalcaba por su derrotada cantada; esa derrota que el candidato socialista aún conjura moviéndose de aquí para allá como un poseso y anunciando que, si gobierna, obligará a las comunidades autónomas a dedicar a gastos sociales el ochenta por ciento de los fondos recibidos del Estado.
HEGEMONÍA El próximo día 21, la derecha tendrá en la mano el Gobierno de España, además de la mayoría de las comunidades autónomas (Andalucía caerá luego como fruta madura), de las diputaciones provinciales y de los ayuntamientos. Será incluso un partido con el que será preciso contar en el País Vasco y en Cataluña. Al otro lado, el PSOE puede alcanzar sus horas más bajas, con poco más de ciento diez diputados. En el Congreso, las minorías sumarán (si nos atenemos a las predicciones demoscópicas) entre cuarenta y cincuenta escaños. El modelo habrá basculado y ya no será bipartidista, ni siquiera bipartidista imperfecto, sino de partido dominante. El PP conquistará la cima del poder.
En IU-ICV cuentan con ansiedad los días que quedan para sumar votos y celebrar que vuelven a tener grupo parlamentario propio. Tampoco CiU ha de salir mal parada, pese a los recortes impuestos en Cataluña por Artur Mas. Peores perspectivas tiene el PNV, acosado por el avance de Amaiur. UPyD quizás pase de un diputado (diputada, Rosa Diez) a tres u cuatro. Equo, con su ecologismo puro (ni de izquierdas ni de derechas) sólo tiene opción en Valencia. El Bloque y Esquerra Republicana van a mantener la posición... Y no se prevé que haya más. Con el PP dotado de una aplastante mayoría absoluta, ese mosaico de siglas carecerá de relevancia. Incluso su visibilidad quedará sometida al estricto control de una derecha pletórica que no ha de dejar cabo suelto.
Claro que los mercados siguen ahí, al acecho. Y con esos no hay mayorías absolutas que valgan. Que se lo pregunten a Berlusconi y a Papandreu.
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