Alfredo Pérez Rubalcaba parecía ayer bastante repuesto del susto que pudieran haberle causado las encuestas publicadas por los periódicos. En ellas el PP aparecía ganador por mayoría absoluta, y una tras otra situaban al PSOE al filo de los ciento veinte diputados: en algunos casos, bajando hacia los ciento diez.
Incluso Mariano Rajoy, tan cauto siempre, habla ya de victoria. Su equipo huele la goleada. El PP querría quemar los próximos seis días en un segundo y el PSOE cifra en ese margen su última posibilidad. "Salid a pelear cada voto. ¡A trabajar!, ¡A trabajar!", llaman Felipe González y el Propio Rubalcaba. Pero entre bastidores, nadie se hace ilusiones. Tampoco quedan muchas esperanzas en CiU, cuyo cálculo electoral incluía una victoria conservadora por mayoría relativa que hubiese obligado a Rajoy a entenderse con Josep Antoni Durán y Lleida. La gran derecha española baja por la ladera como un alud que lo engulle todo.
VEREDICTO UNÁNIME Si la encuesta de los diarios del Grupo Zeta daban al PP 188-192 diputados por 115-118 del PSOE, la de El País adjudicaba a conservadores y socialistas, 192-196 y 110-115, respectivamente. El Mundo, 198 y 112. La Gaceta, 184-187 y 121-123. ABC, 187-188 y 123-126. La Vanguardia, 190 y 120. Un fallo demoscópico casi unánime. En los mítines, los teloneros de Rubalcaba animan a la clientela asegurando que otras veces también hubo pésimos augurios que finalmente no fueron tan atroces. Pero la procesión va por dentro. Ahora, los socialista luchan por cada voto. Y ya no se tienen a menos de citar por su nombre y apellidos a Cayo Lara, el líder de Izquierda Unida, y de rebatirle minuciosamente intentando aclarar que el PSOE no es, ¡ni mucho menos!, lo mismo que el PP.
En su conjunto, los sondeos difundidos ayer coinciden en otorgar de 12 a 14 diputados a CiU, de 6 a 10 a IU y de 4 a 6 tanto al PNV como a Amaiur. Todos los demás partidos y coaliciones se quedan por debajo de los cinco escaños, el mínimo para poder formar grupo parlamentario.
RECORDANDO EL 96 El 96, cuando la debacle anunciada se transformó en una dulce derrota, es ahora mismo el clavo ardiendo al que se aferran los cuadros socialistas. Aluden a misteriosas encuestas internas según las cuales estarían a menos de diez puntos del PP. Pocos les creen. Su jefa de campaña, Elena Valenciano, ha anunciado "sorpresas" para esta semana, la última. Entre otras cosas, Rubalcaba multiplicará los pequeños actos en una recta final frenética. En Génova, sin embargo, no quieren ponerse nerviosos. El triunfo está en la antesala y llegará por sus pasos contados. Incluso presumen de que todavía no han agotado su capacidad de captar nuevos votantes.
Los conservadores reunieron ayer en Valencia, su plaza fuerte, casi veinte mil personas. Rajoy siguió con su costumbre de mostrar la gestión de sus gobiernos autónomos (el madrileño, el castellano-manchego, el aragonés, el valenciano) como un ejemplo de lo que será su propio estilo al frente de España. ¿Quiere decir el futuro presidente del Gobierno que recortará inversiones en educación y sanidad como Esperanza Aguirre, frenará en seco los pagos a proveedores como Maria Dolores de Cospedal, dejará acabar el año sin elaborar el presupuesto para el 2012 como Luisa Fernanda Rudi y gastará miles de millones en las infraestructuras y eventos más peregrinos como el tándem Camps-Fabra? Porque, si ha de ser así, estamos apañados.
EL VOTO ÚTIL Nunca se había visto al PSOE pedir con tanto ahínco el famoso voto útil. Ayer lo hicieron en Zaragoza tanto Felipe González como el propio Rubalcaba. Temen los dirigentes socialistas que un desplazamiento de sufragios progresistas a IU-ICV agudice su derrota, aunque no baste para impulsar a dicha coalición hacia el ansiado sorpasso. Pero Lara, LLamazares y los demás se ven con ocho o incluso más diputados y levitan. Eso no romperá la tradicional correlación de fuerzas en el seno de la izquierda española, pero... ¿quién sabe lo que puede ocurrir a partir del 20-N? Porque ésa es la otra. No hay elecciones hasta el domingo, pero muchos ya no pierden tiempo en la campaña. Preparan el día después. En el PP son legión quienes sueñan con un buen cargo; en el PSOE, algunos afilan los cuchillos.
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