El Ayuntamiento de Zaragoza y la concesionaria del servicio de
autobuses han librado una extraña guerra. Más de un mes de rebatiña para
volver al principio y alcanzar un posible acuerdo que perfectamente
podía haberse logrado antes de iniciar las hostilidades. Supongo que
esto cierra el conflicto (aunque vayan ustedes a saber), pero las causas
del mismo permanecen envueltas en la característica niebla que envuelve
las relaciones entre instituciones y contratistas de servicios
públicos. A través de esa bruma, apenas vislumbramos las trampas y
ficciones propias de una perniciosa leyenda: la que asegura la mayor
eficacia y el máximo ahorro si los servicios antes citados son dejados
en manos de empresas privadas, en vez de ser gestionados directamente
por las administraciones. Valiente parida.
TUZSA y ahora por AUZ (que siendo la misma cosa son dos cosas
diferentes) se han convertido en una fuente de sorpresas. Supimos que
esta sociedad (integrante de un grupo más amplio denominado Avanza)
había sido vendida justo cuando recibía la adjudicación de los autobuses
zaragozanos. Se fueron los británicos, llegaron los mexicanos. Alguien
ganó mucha pasta y el transporte de pasajeros en la capital aragonesa
fue en buena medida la dote del bodorrio. ¡Bufff!, dijimos, vaya barro.
Pero entonces no sabíamos que, además, las presuntas deudas contraídas
por el Ayuntamiento con TUZSA (53 millones, según pide la contratista),
junto con la concesión renovada, estaban sirviendo para avalar
la refinanciación de Avanza, por un total de 365 millones. ¿Eran
conscientes los jefes municipales de semejante enjuague? ¿Lo
consintieron?
Luego, apurado por los despidos y la huelga, el Ayuntamiento
contratacó: intentó controlar mejor las actividades de TUZSA-AUZ y
reclamó a ésta 10 millones por diferentes motivos. Moraleja: TUZSA ha
hecho siempre lo que quiso, y los responsables municipales de los
últimos decenios nunca inspeccionaron en serio su actividad. Ahora, tras
el arreglo, tal vez volvamos a chapotear en el mismo barro. La niebla
solo escondía y esconde... un monumental negocio.
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