Si, de avestruz, los más gordos. Porque estos mendas que hemos de lidiar cada día no son de huevos sino de huevazos. Rajoy, asegurando (en contra de todas las estadísticas) que gracias a él ya no se destruye empleo. Aznar, negándose a contestar las preguntas de los periodistas zaragozanos porque no. Zapatero (apadrinado por el jeta de Blair),
exhibiendo ahora en su libro la famosa carta del Banco Central Europeo
que no quiso hacer pública cuando le llegó, y en la cual se ordena joder
a la mayoría de los españoles para salvar a la banca propia y ajena. El
ministro Wert, cerrando el debate sobre la LOMCE con piadosas citas del Eclesiastés. El secretario de la UGT andaluza haciéndose el mártir. Fabra, el de Castellón, ídem... Y esas declaraciones oficiales sobre las criminales concertinas, el orden público (su orden) o las maravillas de la reforma laboral y en general del recetario ultraliberal (Botella
dixit). Es la verbena de la desfachatez, un insulto sistemático a la
opinión pública, un chiste descomunal a nuestra costa. En este
desastrado país, cualquiera que esté investido de alguna autoridad (o
incluso que aspire a estarlo) aparece en el escenario institucional cual
si estuviese en el Club de la Comedia. Cada cual va a lo suyo y lo que
pueda pensar o hacer la ciudadanía resulta irrelevante.
Rudi y Lambán
se acusan mutuamente de trasvasistas. El PP mejora las largas cambiadas
que le pegaba el PSOE al tema del Canfranc. Y si a la gente no le
parece bien, que la zurzan. La presidenta de Aragón compra o alquila
cuadros o lo que quiera que haya hecho con la colección de Pilar Citoler,
a quien ha soltado millón y medio o dos millones (la cifra se oculta...
¿tras la Ley de Transparencia?) por no se sabe qué. Preguntado el
rector de Zaragoza por qué se ha olvidado de exigir el título de
Periodismo para cubrir la jefatura del Gabinete de Comunicación de la
universidad contesta: "Sobre ese asunto me pronunciaré en otro momento".
O sea, iros a paseo, que yo estoy currándome la presidencia de la
Conferencia de Rectores.
Y sí, ya sé que esto ha pasado siempre. Pero es que ahora vivimos en democracia. ¿O qué?
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