La corrupción ha bajado en el ranking de los asuntos que más
preocupan a los españoles. Tal vez por eso el Gobierno de Aragón acaba
de adjudicar la conservación de nuestras carreteras a dos grupos
catalanes que en su día aparecieron en los papeles de Bárcenas y
podrían ser imputados por hacer donaciones ilegales al PP. O quizás en
la DGA han decidido reconciliarse al fin con los vecinos del Este, por
muy soberanistas, independentistas, robarretablos y parladores de lapao
que sean. En todo caso, no parece que salir en sumarios, informes
policiales y acusaciones de la Fiscalía Anticorrupción esté perjudicando
a las empresas cuyos nombres suenan en los juzgados. ¡Bah!, dicen
algunos... ¡Pero si lo de Bárcenas y la Gürtel ha de quedarse en agua de
borrajas!
El rastro de los corruptos profesionales se pierde en
las espesuras de la crisis, el empobrecimiento, el miedo y todo lo que
nos está cayendo. Tendría que ser al contrario, que la opinión pública
se mostrase cada vez más aborrascada ante el chorreo de robos, estafas y
prevaricaciones. Pero en cambio da muestras de estar agotando sus
reservas de indignación. La ciudadanía ha sido tan atropellada y
manipulada en los últimos años que ya no da crédito a nada, su alma se
ha encallecido, su espíritu está lleno de temor y el sálvese quién pueda
le empuja a pasar de todo que no sea subsistir. Tal vez aún haya
quienes se encabronen al conocer los detalles de las juergas ugetistas
en las ferias andaluzas. Pero eso es porque los que trincaban y se
metían el rebujito y las gambas eran gente simples descamisados y no
personajes ilustres cuya vocación cleptómana se considera natural. Por
contra, la detención de directivos de la Caja de Ahorros del
Mediterráneo suena cual zumbido de moscas en los oídos de una población
que comprende el truco de colarle a la Junta de Andalucía 1.000 o 10.000
euros de convites y bulerías, pero es incapaz de captar y asimilar cómo
se pueden sisar 150 millones en una entidad financiera y mandarlos al
Caribe sin que nadie detecte ni diga nada.
Oye... A lo mejor tampoco es para tanto. ¿O qué?
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