Pasan los días, pasan las semanas y el follón en los autobuses
zaragozanos sigue con su rutina de paros y protestas. Los trabajadores
aguantan, los usuarios aguantan y la empresa, por supuesto, aguanta. El
ayuntamiento de la inmortal ciudad intenta de vez en cuando, y con
escaso éxito, buscar una salida (CHA ha advertido que no negociará los
presupuestos municipales del 2014 si no se alcanza una solución
satisfactoria) y el Gobierno de Aragón ha renunciado, por boca de su
consejero de Obras Públicas, a mediar en el conflicto (p'a líos
estamos, pensarán en el Pignatelli). Por lo visto no hay urgencia alguna
en relación con este asunto. Las molestias causadas por las huelgas
tampoco provocan una respuesta vecinal. Hace años, un encadenamiento de
paros parciales como el que viene alterando el transporte de la capital
aragonesa hubiese provocado una tremenda polvareda. Ahora, sin embargo,
la paciencia y la resignación han acabado por integrar en el universo de
la extravagancia cotidiana la dura pelea entre la dirección y la
plantilla de AUZ. No pasa nada... O casi nada. Y eso que hablamos de un
servicio público esencial.
Pero no pensemos que este tipo de
situación se da solo en Zaragoza y la Tierra Noble. No señor. Fíjense en
Madrid y su ya larga huelga en la recogida de basuras. La ciudad, que
pretende ser mascarón de proa de la marca España y que además se
viene doliendo por el descenso del número de turistas que recibe al año,
es actualmente un vertedero a cielo abierto. La mierda lo llena todo
mientras la alcaldesa explica tan campante que la cosa no es problema
suyo sino de las empresas concesionarias del servicio de limpieza.
Tampoco en este caso se percibe en los medios y en la sociedad una
particular alarma. Nos estamos haciendo a todo. Nada nos inquieta.
Las huelgas y manifestaciones han dejado de impresionarnos. La regulación vigente ha normalizado
estas expresiones de descontento que apenas asustan al poder. Lo malo
no es que la gente, como suele decirse, se esté dejando hacer. Lo peor
es que, cuando no se deja, tampoco tiene fácil sacar algo en limpio.
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