La lista Falciani ha salido a la luz. Ahí aparecen 2.700
compatriotas (¿compatriotas?) que tenían cuentas en Suiza para escaquear
la pastizara al fisco. Se sabía de Botín y algún otro. Ahora,
los nombres (banqueros, empresarios, aristócratas, deportistas de élite,
millonarios de nacimiento y otros barandas) van saliendo a la luz. No
creo que nadie se extrañe al ver quiénes son. Menos aún se ha extrañado
nuestro ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que ayer declaró
tan pancho que él ya estaba al tanto de la extensa nómina de evasores
(aunque se había quedado el dato para sí), a los cuales se ha pedido,
parece ser, que regularicen la situación.
Para tener una
cuenta en el HSBC tienes que podértelo permitir. Ahí no están los que
ganan 30.000 año... o 300.000. Hay que ser rico de verdad, hay que
operar desde figuras societarias, hay que manejar dinero opaco, hay que
estar en lo alto de la pirámide. 2.700 españoles (¿españoles?) son una
ínfima minoría, pero es la minoría que de verdad las toca y además está
en condiciones de emboscar su fortuna en refugios suizos, andorranos,
caribeños o asiáticos. Si no llega a ser porque Falciani abandonó
el lado oscuro de la fuerza y se trajo con él la información, a estas
alturas seguirían ahí, tan tranquilos, y no hubiesen tenido que
regularizar cosa alguna. En todo caso estos ilustres personajes no han
sido acusados de ningún delito, y ni siquiera su banco ha sido objeto de
acción legal por parte del Reino de España (otros estados si estudian
interponer demandas).
Esta es la abrumadora realidad: la elusión y
la evasión fiscal han roto los mecanismos de redistribución. Por eso la
ciudadanía de a pie anda agua al cuello. Dicen que Podemos fichará a
Falciani para que les ilustre sobre cómo combatir el fraude fiscal. De
paso, podrían cerrar de una vez el caso Monedero. El cual, es
cierto, no se llevó el dinero a Suiza ni siquiera lo ocultó. Tal vez fue
mal asesorado o pensó que estaba por encima del bien y del mal. Pero
metió la pata hasta la ingle. Ahora debería abandonar la dirección del
partido... Si este pretende estar a la altura de su propia doctrina.
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