En los actos públicos que se celebran estos días, cuando veo a las
autoridades protocolariamente instaladas en primera fila no puedo evitar
un acceso de cariño, o de nostalgia, o de compasión. Muchos de esos
jefes y jefas ya no lo serán dentro de pocos meses. Y no porque sus
partidos hayan hecho grandes esfuerzos por renovar su oferta electoral.
No. Bien al contrario, los candidatos más visibles de casi todo el
espectro habitual ofrecerán un perfil tan continuista que es como si, en
Aragón, las próximas elecciones de mayo fuesen las mismas de hace
cuatro, ocho o doce años... con unos pocos relevos (sucesiones, en
realidad) consecuencia más del envejecimiento de algunos actores que del
deseo de reinventar cosa alguna. Sin embargo, el cambio llega. Será
mayor o menor, pero la demoscopia indica que modificará profundamente la
habitual correlación de fuerzas. Hablo, claro, de la irrupción de
Ganemos (Podemos, IU, Equo, X, unitaristas...) en diversas localidades y
el desembarco de Podemos en las autonómicas y en las generales. Esa
redistribución de concejalías y escaños expulsará de las instituciones a
partidos que han sido clásicos durante los últimos lustros o bien los
dejará con representaciones irrelevantes.
Nada está escrito aún.
Sobre todo porque en los ámbitos alternativos no acaban de estar
diseñadas las candidaturas ni se barajan grandes fichajes. Sin embargo,
lo que resulta indudable es que Aragón necesita imperiosamente cerrar el
actual ciclo político. ¿Por qué? Pues porque la bendita Tierra Noble
lleva años en un claro declive. No solo volvemos a perder población,
sino que casi todos los indicadores nos sitúan por debajo de la
evolución promedio de España. Desde el 2008 retrocedemos. Y menos mal
que Opel sigue ahí, porque cualquier tropiezo de nuestra (¿nuestra?)
factoría estrella tumbaría literalmente el PIB, el empleo y las
exportaciones.
Podemos y sus derivadas van a ocupar mucho espacio
(salvo cataclismo sobrevenido) en las tres provincias. Tras el último
sondeo electoral del CIS, he visto combinaciones de sus resultados con
tendencias provinciales obtenidas ponderando las últimas europeas con
combinaciones de recuerdo de voto de las marcas clásicas de la izquierda
(PSOE e IU). El resultado, más que verosímil, indica que en unas
generales el partido de Iglesias obtendría 3 o 2 diputados por
Zaragoza (se disputaría el tercero con el PP y el PSOE se quedaría con
2), uno en Huesca y otro en Teruel. En estas dos circunscripciones,
conservadores, socialistas y alternativos se repartirían los tres
escaños en litigio. Esta proyección, trasladada a municipales y
autonómicas, supondría un auténtico terremoto.
La perspectiva gustará o no. Pero con toda seguridad se ha hecho inevitable.
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