Que el Ayuntamiento de Zaragoza arrastra un voluminoso déficit es
algo de lo que no duda casi nadie (aunque 344 millones parecen
demasiado). Que el Gobierno de Aragón elabora presupuestos de ficción
y también ha generado un pesadísimo lastre de impagados resulta
igualmente verosímil. La Cámara de Cuentas lo ha certificado, así como
ha informado en términos muy críticos sobre la compleja ingeniería
contable que reina en las grandes instituciones de la tierra Noble, el
uso discrecional de sus fondos o la concesión a dedo de subvenciones y
contratas. Es su obligación. Pero los dos principales partidos, PP y
PSOE, que venían disfrutado con dichos informes siempre que le dieran
caña al adversario (los conservadores se regodeaban si salía malparado
el Consistorio zaragozano, los socialistas si la china le tocaba a la
DGA), se han puesto de los nervios al ser ellos los aludidos.
El
caso es que PP y PSOE fueron, precisamente, los inspiradores y creadores
de la Cámara de Cuentas, una entidad pública destinada a supervisar la
gestión económica de las instituciones aragonesas. La organizaron a su
gusto, colocaron en ella a gente de confianza y procuraron limitar su
capacidad auditora para que inspeccionase lo justo y sus conclusiones no
generasen demasiada alarma social. El problema radica en que el órgano
parece haber creado la función. O en que al final sus integrantes se han
dejado llevar por el entusiasmo y la sinceridad. O en que, habiendo
sido utilizada la Cámara en cuestión como una plataforma desde la que
sacarle las vergüenzas al otro, el pim-pam-pum se ha
descontrolado y ahora nadie se corta un pelo y las hostias se reparten a
granel y sin distinciones. Así que conservadores y socialistas se están
mosqueando y parecen haber llegado a la conclusión de que el retoño les
ha salido borde.
Y sin embargo... En esta comunidad los
concursos públicos son un barullo (véase el inaudito caso del nuevo
Hospital de Teruel), la sanidad pública está colapsada, el Gobierno
mantiene en su hoja de ruta la oferta de otro hospital (el de Alcañiz) a
la iniciativa privada, el objetivo de déficit no se cumple ni por
casualidad, las sociedades públicas arrastran pérdidas apenas
disimuladas con discretas inyecciones de dinero público, la deuda
aumenta sin parar, la Universidad sobrevive en medio de la penuria y la
administración autónoma cierra caja cuando le place. En el Ayuntamiento
cesaraugustano se usan los mismos trucos y otros todavía más retorcidos
para mover las partidas presupuestadas, se conceden a piñón fijo
contratas cuyo control posterior tiende a difuminarse (o a embarullarse)
y se paga... cuando se puede.
Por eso la Cámara de Cuentas es creíble. Aunque exagere.
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