El nuevo Gobierno griego se ha metido al contado en una
aventura política de enorme importancia. Lo está haciendo con
sorprendente inteligencia y una refinada puesta en escena. No lo tiene
fácil, cierto. Pero los primeros compases de esta monumental partida
indican que la suerte aún no está echada, y quienes daban por hecho que
Berlín pasaría sin inmutarse por encima de los ilusos de Syriza tendrán
que sentarse a esperar. Y cabe imaginar que, si los de Atenas consiguen
corregir aunque sea un poco la ruta hacia la pobreza y la desigualdad
(el austericidio) impuesta por la Troika, todos ganaremos algo.
En verdad, el hecho de que España y Portugal (sus gobiernos, quiero
decir) sean estos días los más ardientes aliados de la cancillera Merkel resulta absurdamente patético (o retorcidamente cabrón).
Se especula con la inminente disolución de la mismísima Troika. El
ministro de Finanzas heleno la vetó directamente ante los medios en una
primera apuesta, obviamente muy premeditada. Claro que este caballero, Varoufakis,
que viaja en turista, se desplaza en moto, no lleva corbata y luce una
impecable estética rockera, fue el responsable del lanzamiento de Steam,
la plataforma de juegos de la tecnológica Valve Corporation. O sea, que
sabe de qué va. No se lo tomen como un detalle pintoresco o folclórico.
Los juegos dan nombre a complejas teorías aplicadas al movimiento
global de capitales, la geoestrategia y las tendencias. En Syriza saben
que antes de la rendición incondicional (que ya arrastró a su país a lo
más bajo) aún cabe algún movimiento. Entre otras cosas porque no es tan
sencillo echar a Grecia del euro. Esa pequeña fractura podría ser
suficiente para fisurar la credibilidad a largo plazo de la moneda
común. Por otro lado, la oferta de Atenas: moratoria negociada y
conversión de la deuda en bonos vinculados a la economía real no es
ninguna locura. La Bolsa helena ha pegado un rebote sensacional. ¿O no?
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